“Culla es un paraíso para las amantes de la historia, la
naturaleza y las leyendas que ponen los pelos de punta.”
Tomado de escrito de Anna Pardo
España tiene un sinfín de pueblos medievales, los cuales vale la pena visitar. A veces son pequeños, otras veces más grandes, pero sí todos tienen historia.
En una jornada dominical decidimos darnos un salto a uno de estos pueblos pequeños, de esos que ni los propios españoles conocen, se llama Culla, el que posee una escasa población, por debajo de los mil habitantes y está situado en la sierra Segura. Para llegar allí desde Valencia hay que tomar la autovía A-7 dirección a Castellón y luego seguir por carreteras sencillas. La que llega a Culla es sinuosa y no se puede correr, hay que conducir en muchos tramos a no más de 30 km/ha.
Aparcar uno puede a la entrada del pueblo, sólo los residentes pueden seguir más adelante, pero eso no es problema, ya que el pueblo es pequeño, solo que la travesía es a pie y los de la tercera edad deben hacerlo con cuidado, sea subiendo como descendiendo.
La historia de Culla parece que comienza con la llegada del noble aragonés Blasco de Alagón en 1233. Jaime I, el conquistador, le cedió este territorio, antes ocupado por los moros, de los cuales no se habla. Precisamente el castillo en la parte alta del pueblo fue construido por los árabes, el que viene a ser el punto de mayor interés, sobre todo por la formidable vista panorámica que nos ofrece al llegar arriba. Ese castillo ahora en ruinas pasó a ser propiedad de los caballeros templarios, orden militar del clero surgida en el siglo XII y que se mantuvo activa hasta el siglo XIV. Ellos siempre con mucha ambición de ocupar cuanto castillo existiese por su buena posición para la defensa y para la observación. Los templarios no construyeron nada, pero sí aprovecharon cuanto de bueno dejó el dominio árabe en España. Ocuparon un total de 800 castillos en toda la península. Según información en la red, los templarios pagaron para hacerse de este castillo en Culla, cuando esta orden desapareció esta propiedad pasó a manos de la orden Montesa.
Subiendo en dirección al castillo nos encontramos con un pueblo llenos de puertas arcadas, así como la Casa Abadía, el cual fuera anteriormente hospital. Le pregunté a una señora por allí me indicase como llegar a esta casa y me dijo que no sabía. Lógicamente, ella lo reconoce como el viejo hospital. Allí hay un auditorio y biblioteca, pero no estaba abierto.
En un ángulo del pueblo está la antigua cárcel, lugar que sirvió inicialmente de granero durante el dominio de la orden Montesa en los siglos XIII y XIV, pero que durante las guerras carlistas en el siglo XIX se convirtió en prisión. En este lugar se guarda la historia del pueblo.
Destacada es la iglesia del pueblo, la de San Salvador, pequeña de tamaño, construida en el siglo XVIII sobre los restos de un templo medieval, el que alberga imágenes de colorido, una escultura en mármol de El Salvador, el patrón de Culla. Modesta iglesia, pero agradable su contenido y limpieza.



Por el camino encontramos una casa llamada La Tahona, que viene a ser un molino para hacer pan. La forma de esa casa me llamó la atención al tener un techo descendiente. Igualmente hay varias puertas, entre ellas la Porta Nova, reconstruida en 1610 y que daba paso al llamado camino de la herradura. Otras notables son el Portal de la Font (Portal de la Fuente) y el Perxet (el Porche), este último del siglo XIV y situado cerca de la prisión. Hay más puertas, casi todas dando acceso a escaleras para ascender a la parte alta del pueblo.
Cuando uno llega a lo alto del castillo, las vistas de la comarca Alt Maestrat son impresionantes, así uno puede apreciar las áreas de árboles y las agrícolas, muchas de estas en terrazas (ver fotos arriba).
Por ser un pueblo pequeño no es que haya bastantes lugares para comer. Llegamos a un restaurante a la entrada del pueblo y nos dijeron que estaban lleno, sin más remedio nos fuimos a la vecina Vall d´Alba, donde había lugares para picar y beber, pero no para comer o almorzar. Una camarera de un bar nos aconsejó ir al restaurante de la Macía, situado a 2 km de este pueblo. Allá llegamos, había lugar y la atención fue excelente. Hubo un detalle, la señora que nos cobró la comida nos preguntó que adonde habíamos ido y le hicimos saber que fue a Culla. Una pregunta inesperada, ¿qué tal es aquello? Nuestra respuesta inmediata fue interesante y bello. La señora nunca había visitado Culla, peccato.
Ricardo Labrada
3 octubre de 2023
Todas las fotos son propiedad del autor.







