“La agricultura es la madre fecunda que
proporciona todas las materias primas
que dan movimiento a las artes y al comercio”.
Manuel Belgrano
Ricardo Labrada
En 1972, estando en la desaparecida Weed Research Organization de Oxford, veía en pruebas de invernaderos un herbicida capaz de exterminar cualquier planta que se sometiera a prueba. Cuando aquello tenía la clave MON 0573, no sospechaba entonces que este compuesto se convertiría en el herbicida y plaguicida más utilizado en el mundo en las últimas décadas. Hablo del glifosato que es igual a N-fosfonometilglicina, C3H8NO5P, herbicida con un amplio espectro de acción sobre plantas en general, sistémico y capaz de eliminar un buen número malezas perennes.
Glifosato se absorbe por vía foliar, la sal isopropilamina de este herbicida se absorbe mejor que el ácido glifosato. El herbicida se transloca en el simplasto y se acumula en los tejidos subterráneos, hojas inmaduras y los meristemos. En plantas se metaboliza lentamente en ácido amino-metilfosfónico (AMPA). Cuando llega al suelo es adsorbido fuertemente, altos niveles de cationes metálicos aumentan la adsorción de glifosato en suelo. Debida a esta adsorción, glifosato no tiene casi efecto en suelo. Su degradación en suelo es por vía microbiana, y su movimiento en suelo es obviamente mínimo debido a la adsorción indicada. Goldsborough y Beck (1989) afirman que glifosato se disipa rápidamente de las aguas superficiales de cuerpos acuáticos (estáticos, lagos o lagunas) y sugiere que las principales formas de pérdida de glifosato en la columna de agua se deben a la adsorción por el sedimento y a la biodegradación.
Mann y Bidwell (1999), determinaron que la isopropilamina de glifosato es prácticamente no tóxica al no presentarse mortalidad entre los renacuajos de cualquiera de cuatro especies de ranas australianas estudiadas y mencionan la importancia de evaluar la persistencia de los componentes aditivos (tenso-activos) en las formulaciones comerciales de glifosato debido a que este factor, es el principal contribuyente de su toxicidad aguda; en el caso del surfactante POEA (polioxietilenamina) utilizado en la formulación Roundup de Monsanto se espera que este, sea removido rápidamente de la columna de agua, sin embargo, su vida media es de varios días o semanas en sistemas acuáticos.
Glifosato inhibe en la planta la 5-enolpiruvil-shiquimato-3-fosfato sintetasa (EPSPS), que es la enzima responsable de la formación de los aminoácidos aromáticos como fenilalanina, tirosina y triptófano. El shiquimato es el precursor clave y común en la biosíntesis de todos los aminoácidos aromáticos y del triptófano, pero esta ruta del proceso bioquímico no se encuentra en animales.
La dosis letal 50 oral de este herbicida es de 10 537 mg/kg en rata, y la dermal es 7500 mg/kg en rata igualmente.
Según la información proporcionada por la principal compañía productora, Monsanto, en este caso su filial en Argentina, el principio activo glifosato en su uso normal está dentro del grupo de activos de improbable riesgo agudo. El glifosato está clasificado en la Categoría de Menor Riesgo Toxicológico (Clase IV), es decir, productos que normalmente no ofrecen peligro, según el criterio adoptado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la FAO. Las formulaciones de la familia Roundup (marca comercial de glifosato de Monsanto) corresponden a productos de banda verde, o sea la de mejor perfil toxicológico.
El informe de la Reunión Conjunta FAO/OMS (Meeting of the FAO Panel of Experts on Pesticide Residues, JMPR, 2004) afirma que glifosato posee baja toxicidad aguda, no es genotóxico, no es cancerígeno ni teratogénico, no afecta al sistema nervioso y no tiene efectos en la reproducción.
El mayor uso de glifosato en el pasado fue en plantaciones de frutales, ya que su aspersión dirigida sólo afectaba a las malezas que crecían en las hileras o bajo la copa de los árboles. No obstante, su uso luego se generalizó a otras áreas. En Sudáfrica ha sido el herbicida más popular para combatir el Jacinto de agua (Eichhornia crassipes). En países de África septentrional se ha utilizado a bajísimas dosis (40 g i.a./ha) en habas para combatir la parásita Orobanche crenata.
Ya en la década de los 90 aparecieron los cultivos transgénicos resistentes a glifosato, en este caso maíz, canola, alfalfa, soja y algodón, con lo que su uso se amplió enormemente. En 2005, el 87% del cultivo de soja era transgénico resistente al glifosato. Canola en Canadá y EEUU es igualmente resistente a este herbicida. Brasil adoptó esta tecnología hace unos años y en casi todos los estados productores de soja se utiliza, otro tanto en el caso de Argentina.
Para los agricultores de cultivos transgénicos fue una comodidad ver que podían usar un herbicida tan agresivo con las malezas, y si bien se recomendaba usar un máximo de dos veces, el uso a veces ha sido de tres y cuatro veces en el ciclo del cultivo. Ese exceso de aplicaciones ha provocado la creación de biotipos resistentes de malezas a este herbicida, un serio problema que implica buscar otras alternativas al uso de glifosato, las que realmente no existen o conllevan a utilizar sistemas algo más complicados de remoción mecánica y uso muy dirigido de algún que otro herbicida. Lo peor con la resistencia es la capacidad adaptativa (conocida en inglés como fitness), o sea el tiempo que demora para que la población de la maleza vuelva a ser susceptible a glifosato.
El herbicida de referencia se convirtió igualmente en el remedio santo para combatir las plantaciones ilegales de cultivos para producción de narcóticos. En Colombia se han utilizado miles de toneladas de este herbicida, a veces mal aplicado por vía aérea. Sucede que este tipo de aplicación requiere una altura que no se observa por el peligro de que el avión sea dañado por disparos de los narcos. El avión al volar a más altura, el arrastre de la aplicación aumenta y áreas aledañas no objeto de aplicación suelen ser afectadas. Un caso fue el arrastre o deriva de aplicaciones de este herbicida en Colombia que llegaban a las de Ecuador en la frontera de estos dos países en el Putumayo.
Los ambientalistas en Colombia afirmaban que glifosato afectaba el suelo de las áreas tratadas, algo que realmente no está fundamentado científicamente. Sin embargo, las protestas han llegado a tal nivel que el gobierno colombiano decidió suspender el uso de glifosato en el país. Naturalmente, los productores de café y otros han protestado la medida, pues no tienen una alternativa viable para control de malezas en sus plantaciones (Sepúlveda 2015).
Para el caso de control de la coca se ha recomendado la cría y liberación de la polilla “Come Coca”, Eloria noyesi Schaus, única especie de mariposas que crece, vive y se alimenta en las hojas de la coca. En Colombia le llaman “La gringa, gringa”, por su adicción a la coca. Este insecto es responsable de la eliminación de los cultivos de coca adyacentes al río Igaparaná, Bolivia, a comienzos de los 80 (Aráujo Vélez 2004). No obstante, un agente biológico puede controlar pero hasta un límite, la erradicación no es una opción cuando se utilizan agentes de control biológico. Uno puede lograr un alto nivel de reducción pero no la erradicación como tal. La otra cuestión que no deben olvidar quienes hayan hecho tal propuesta es que esa mariposa puede desaparecer en cuanto se le haga intencionadamente una aplicación de insecticida.
El otro aspecto en contra del uso de glifosato en la actualidad es su toxicidad en seres humanos. Aquí es bueno recordar que hasta el año 2000 la patente de glifosato estaba en manos de Monsanto, o sea que la producción principal en teoría era de esta compañía. Independientemente que ya otros países, por sus vías lo estuvieran produciendo para uso nacional. Al desaparecer la patente, aparecieron abiertamente nuevos productores, cuyas formulaciones genéricas no suelen ser siempre las mejores.
Un plaguicida cualquiera tiene además del ingrediente activo otros coadyuvantes, en el caso de glifosato es sumamente importante el tenso-activo añadido, pues este herbicida suele ser lavado con facilidad de las hojas asperjadas. Su retención es esencial para que haya una buena actividad herbicida.
Walsh et al. 2000 comunicaron que glifosato afecta progesterona en células de mamíferos y puede aumentar la mortalidad de las células placentarias (Richards et al 2005). Si estos estudios permiten clasificar al glifosato como un disruptor endocrino es una cuestión de debate. Algunos consideran que los estudios in vitro son insuficientes, y esperan por resultados de nuevos estudios con animales para conocer mejor el cambio en la actividad endocrina, ya que una alteración en una única línea celular puede no ocurrir en todo el organismo.
Sobre el carácter genotóxico de glifosato la agencia de la Unión Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) declaró que era poco probable la carcinogenicidad de este herbicida, pero si admitía que pudieran efectos genotóxicos con algunas formulaciones de glifosato. O sea que el problema puede radicar en los coadyuvantes que puedan tener las formulaciones. Se ha sugerido que algunas formulaciones tienen una alta toxicidad, superior a la del ingrediente activo por separado y eso se debe a la presencias de los coadyuvantes.
Así las cosas, en marzo de 2015 glifosato fue clasificado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), una división de la Organización Mundial de la Salud (OMS), como «probablemente cancerígeno para los seres humanos». La agencia ha revisado los estudios realizados sobre el glifosato para concluir, en un informe, que «hay pruebas convincentes de que el glifosato puede causar cáncer en animales de laboratorio y hay pruebas limitadas de su carácter cancerígeno en humanos (linfoma no Hodgkin)» (Guyton et al 2015). Por ese motivo han recalificado su peligrosidad y ha incluido a este agente en el grupo 2A como «probablemente cancerígeno». La agencia internacional es la encargada de determinar para la OMS si en un producto o práctica hay indicios de que, en algunos presupuestos, pueda causarse el cáncer. Sin embargo, este organismo no tiene efecto directo en la regulación de los usos, los que quedan en manos de las administraciones nacionales.
A su vez, varios países europeos, entre ellos Holanda, Dinamarca y Suecia, han prohibido o restringido el uso de herbicidas a base glifosato por parte de los Ayuntamientos, debido a que diversos estudios han establecido un vínculo con varios problemas de salud, no solamente el cáncer, sino desde defectos de nacimiento, insuficiencia real a enfermedad celíaca, colitis y autismo.
Por otro lado, diferentes estudios muestran que glifosato es nocivo para el organismo humano, ya que causa toxicidad en células humanas placentarias, actúa como un disruptor endocrino en la actividad de la aromatasa, puede alterar la estructura del ADN en otro tipo de células como las de mamíferos, Roundup puede provocar toxicidad in vivo en células humanas así como provocar muerte celular en el hígado (Richard et al., 2005; Monroy et al., 2005; Gasnier et al., 2010), contrario a esto Williams et al. (2000) afirman que el uso de Roundup no provoca efectos adversos en el desarrollo, reproducción o sistema endocrino en humanos y otros mamíferos bajo las condiciones esperadas de uso.
El asunto del uso o no de glifosato viene revestido de especulaciones, más que de pruebas verídicas, de toxicidad o de seguridad. Los defensores del glifosato dicen que se degrada biológicamente con el tiempo por la acción de los microorganismos del suelo en productos como el dióxido de carbono y fosfato, lo cual es cierto. Pero en 2013, Amigos de la Tierra encargó a un laboratorio independiente de Alemania para que analizase muestra de orina de personas de 18 países. Los resultados mostraron la presencia de glifosato en el 44% de las muestras.
A esto se suma ahora, que entre tantos plaguicidas que se usan en este mundo, en Argentina se sugiere que existe una correlación entre el uso de glifosato y el descenso de la actividad de las colonias de abejas (Herbert et al 2014). En Nueva York, grupos ambientalistas aseveran que el uso de este herbicida ha dado lugar a la reducción poblacional de mariposas monarcas (NBC News 2015).
La sociedad debe atender a todas las quejas que se originan, pero las mismas deben estar bien fundamentadas. No se trata aquí de defender a glifosato, se trata de defender al agricultor que es quien tiene que lidiar con el manejo de malezas y el manejo del cultivo. Quitarle el glifosato o suspender su uso es lo más sencillo del mundo. Basta un decreto y se acabó ese herbicida, pero las cosas manejadas así, lo que hacen es complicarle la vida a esos que producen lo que comemos a diario. Como decían los caficultores colombianos “necesitamos químicos porque con machete o azadón como se hacía otrora no hay ninguna garantía de rentabilidad, si no es glifosato necesitamos otro producto que por el mismo costo combata la maleza”. Hoy hay mucha gente que ha emigrado del campo a la ciudad, Asia es testigo de ese fenómeno, así que aquellos tiempos en que se desyerbaba a mano han ido pasando al olvido, por lo tanto cabe primero sugerir que la OMS, la FAO y el PNUMA entre otros logren formar equipos de especialistas que logren realmente evaluar la magnitud del problema toxicológico de glifosato, hasta donde será necesario su prohibición o restricción de uso, a la vez que se busquen otras soluciones para los agricultores de manejo de malezas.
Conozco personas que no entienden nada de agricultura y que con la mayor simpleza abogan por una prohibición inmediata de este u otros químicos, sin detenerse a pensar en el trastorno que esto puede traer de no hacerse de forma racional. Hay que recordar que son casi 40 años usando este herbicida en más de 140 países, por lo que su prohibición llegado el caso no puede ser de un golpe y sin ver los pros y contras que se puedan derivar.
Una prohibición, este autor está seguro que no tendrá lugar de un golpe, hay demasiados intereses en este asunto y tal prohibición podría resultar trágica para la producción de soja y canola a nivel mundial. No obstante, si bien esto es cierto, de demostrarse fehacientemente el carácter cancerígeno y genotóxico de glifosato, no quedará otra alternativa que reducir o eliminar su uso por otras tecnologías alternativas.
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