“Malasia, donde las aventuras comienzan
y los recuerdos duran para siempre.”
Dicho popular
Un país interesante del Sudeste Asiático es Malasia, el que posee dos territorios: la Malasia peninsular con alrededor del 40% del territorio y el 80% de la población) y la insular (Borneo), cuya parte norte le pertenece, mientras que el resto es compartido con Brunei e Indonesia.
Lo otro que le caracteriza es que su población la conforman tres grupos étnicos distintos en cultura y religión, donde los malayos, de religión musulmana, son mayoría, seguido por una significativa población de origen chino, muchos de ellos budistas, e hindú. Viven de siempre en paz y en armonía. Cada uno tiene sus templos y cada cual es libre de practicar su religión, costumbres y hábitos alimentarios. Se habla, cuatro lenguas, el malayo, el inglés, el mandarín y el hindi.
Malasia, país tropical, se independizó de Gran Bretaña en 1963, así que su desarrollo comenzó entonces, el que va acorde con los recursos que poseen. Su agricultura produce caucho, coco, caña de azúcar, aceite de palma, arroz y frutales. Además, posee petróleo y otros recursos naturales.
Desde la primera vez que visité a Malasia en 1993, el país me agradó, noté bienestar y un desarrollo acorde con los recursos que poseen. Conozco el Borneo indonesio, el llamado Kalimantan, por lo que supongo que no sea mucha la diferencia entre este y el malayo. La capital de Malasia, Kuala Lumpur, es impresionante por sus numerosos rascacielos, algunos de ellos campeones o subcampeones a nivel mundial. Las torres gemelas Petrona son las más altas del mundo en la actualidad, mientras que la torre Merdeka es la segunda en altura a nivel mundial, solo superada por otra existente en Dubai.
Esta vez visité Malasia como turista y con deseos de conocer más de lo visto en mis dos visitas anteriores de trabajo en la FAO. Largo es el viaje de Europa, aconsejo que de ser posible lo realicen con escala para dormir en un país intermedio. Son no menos de 17 horas de viaje y uno llega más muerto que vivo a Malasia y con los pies hinchados. A las líneas aéreas solo les queda exprimirnos para aumentar viajeros y espacio. Hay, creo, que ministerio del consumidor, me pregunto si esa no es una tarea, regular el espacio de un viajero.
Malasia no es país caro, sus hoteles son de calidad y con precios muy razonables, pero les aconsejo de no siempre tomar lo más barato. Si uno paga las dos terceras partes de lo que paga por una habitación en Europa, pues tendrá un lugar cómodo y espacioso para dormir. No se dejen llevar por booking.com. Aunque no acostumbro a hacerle fama a ningún hotel, esta vez violo la regla y aconsejo a los que visiten KL hospedarse en el hotel de 4 estrellas Santa Grand Signature, cuyo servicio es excelente, precios muy razonables, confort y céntrico.
Para ir del aeropuerto a la ciudad hay dos opciones, una es viajar con el tren expreso (KLIA Ekspres), el cual lo lleva a uno directo en media hora a la estación Sentral (así se escribe en malayo). Vale solo 55 RM (unos US$ 11), pero si no tiene apuro, puede tomar un Grab, el que le llevará por 65 RM, muy aconsejable cuando se viaja acompañado. El único inconveniente aquí es que el trayecto se demora más de una hora. Como uno llega cansado, les recomiendo que viajen en el tren a la llegada y cuando se vayan, usen con tiempo el Grab, cuya app se deben bajar antes de llegar a este país. El Grab es la opción similar al Uber en el Sudeste Asiático. Cerciórense siempre que la aplicación da exactamente el lugar en que estás, sobre todo cuando se visitan malls, los que pueden tener dos o más entradas. Si no saben, es mejor consultar con un local para que los ubique correctamente en el lugar dentro de la app.
El primer punto de visita fue la Mezquita Jamek, una de las más antiguas de Kuala Lumpur, construcción finalizada en 1909. Ahí uno podrá apreciar variedad de estilos El arquitectónicos. En el lugar confluyen los ríos Klang y Gombak. La entrada, como en todas las mezquitas, es gratuita. Su área es extensa y no nos dimos cuenta de que, está ubicada aledaño a la plaza Merdeka o Dataran Merdeka o plaza de la Independencia en español, la que visitamos en otro momento.

De ahí nos fuimos al barrio chino, extenso, donde se venden muchas cosas a precios que uno está obligado a regatear desde el inicio. Imagínense que por un par de sandalias de caucho comienzan pidiendo 200 RM, casi US$ 50. Divida inmediatamente entre 4 o más, y verá que al final el vendedor acepta. Lo bueno que tiene este lugar es la cantidad de fondas, donde uno puede comer. En Malasia la comida usualmente es muy picante, sea malaya o hindú, mientras que la china es una forma remedial, donde se come cositas que uno conoce y sin problemas de picante.
Caminamos un poco fuera del área china, al final nos decidimos irnos en un grab para el centro, las torres Petrona y su enorme mall aledaño. No piensen que es un mall más, no, como ese solo he visto otros parecidos en Singapur. Son varios pisos, con boutiques y lugares para comer. A las torres entonces no pudimos subir, había que reservar, lo cual logramos hacer semanas después, o sea al final de la gira que hicimos en el sudeste asiático.
Por detrás de las torres hay un parque enorme y extremadamente agradable, donde se combinan áreas verdes con varias fuentes y puentecillos. El parque tiene un lago artificial de una hectárea de superficie, el cual se llama Simphony lake. Visitarlo de día es relajante, al anochecer es otra cosa.
El segundo día en Kuala Lumpur lo dedicamos a visitar las Cuevas de Batu, ubicadas a unos 13 km del centro de la ciudad. Tomamos un grab, que nos resultó rápido y económico. El lugar visitado es un santuario hindú a base de cuevas naturales, de piedras calizas de millones de años, convertidas en templo en el siglo XIX y dedicadas al Dios Murugan: Dios de la guerra y la victoria, hijo de Shiva y Parvati, a quien le erigieron una enorme estatua de 42 metros de altura. Detrás tiene una escalera de 272 escalones, que llevan al visitante a varias cuevas, las que componen el llamado Templo de la Cueva. Era mucho pedir para nuestras extremidades y no las subimos.
Por el contrario, si visitamos y subimos los escalones de la Cueva Oscura o Ramayana, que posee una longitud de 2 km. Ahí hay también una enorme estatua dedicada al Rey Mono. Estos santuarios fueron descubiertos por el naturalista norteamericano William Hornaday en 1878.
Iniciamos el siguiente día yendo al barrio hindú, el cual no es tan grande como el chino, los que guardan poca distancia. La cantidad de tiendas pequeñas, todas con venta de móviles y accesorios, además de casas de cambio, es enorme en ese entorno. De allí fuimos a visitar el templo de Sri Mahamariamman, templo hinduista más antiguo de la ciudad, fundado en 1873. En su patio había música, algo muy usual en este tipo de templos. Valió la pena entrar en calcetines, no siempre resulta así.
Poco distante está el templo Guan-Di, templo taoísta construido en 1888. Este lugar evoca al Dios de la guerra y la literatura. Contiene espirales de incienso que cuelgan de su techo.
De aquí nos fuimos al barrio más concurrido de Kuala Lumpur, el Bukit Bintang, donde hay malls enormes, algunos con boutiques y mercancía no muy barata. Lo digo, pues todo el mundo habla de los precios en este país, los que realmente son baratos para los europeos, pero no todo es de quattro soldi como diría un italiano. Allí lo mejor es que uno puede comer lo que se le antoje por la variedad de restaurantes y cafeterías en el interior del centro comercial Pavillion.
Por la noche volvimos al parque KLCC, el mismo que está por detrás de las torres Petrona. Todos los días a las 20 horas hay un espectáculo de agua, luz y sonido gratuito. El juego de luces y fuentes a color es bello e impresionante. Así que relajante por el día e inspirador en la noche.
Después de estar allí tomando fotos y videos, nos dirigimos al hotel Traders, el que posee 34 plantas y en la 33 está el skybar, desde el cual se pueden apreciar las Torres Petrona y otros rascacielos de KL. El skybar también posee una larga piscina, algo muy normal en los hoteles de Kuala Lumpur, piscinas en las partes del hospedaje.
El 31 de diciembre de 2024 lo iniciamos con visita a la plaza Merdeka (plaza de Independencia o Dataran Merdeka en malayo), donde lo primero que visitamos fue la catedral de Santa María, diócesis de la Iglesia Anglicana en de Malasia Occidental, lugar tranquilo y sin lujos.
La plaza tiene como edificación principal la del Sultán Abdul Samad, lugar que tenía la Secretaría del Estado de Selangor en la época colonial, luego convertida a Tribunal Supremo, actualmente es el Ministerio Patrimonio, Cultura y Artes. Además, se encuentra una asta elevada, en la que se bajó la Union Flag y se izó la bandera de Malasia por primera el 31 de agosto de 1957. En esta plaza está la biblioteca de la ciudad. También hay varias fuentes, lo cual hace agradable el paseo aun con el intenso calor que reina en esa ciudad. Es importante señalar que la segunda torre del mundo en altura lleva también el nombre de Merdeka (Independencia).
Había que pasar la medianoche del 31 de diciembre en algún lugar. Nos decidimos ir a las Torres Petrona, donde había un show con música moderna y del lugar. Los restaurantes y cafeterías estaban llenos. Allí habría no menos de 20 mil personas, todos apretujados. Nuevamente vimos juegos de luces, música, la gente ni bebía, ni fumaba, había muchos niños de todas las edades, el ambiente sano. Estoicamente nos mantuvimos allí hasta que empezaron los fuegos artificiales, las Petrona se iluminaron como si fuera el paraíso, todo muy bello. La gente fue allí a esperar el año tranquilamente, no vi disturbios, fueron para mí un ejemplo de conducta.
Terminada la fiesta llegó el momento más feo, el regreso. Llamé un grab, nada, luego otro, nada, taxis no había. Era tanta gente que el tráfico de taxis y grabs estaban al tope. Después de muchas vueltas, una única solución, regresar a pie. Era exactamente media hora de ahí al hotel, pusimos el GPS y andando se quita la pena. Regresamos bañados de sudor, una ducha y para la cama. A las 6:30 de la mañana nos esperaba el bus para ir a Georgetown, Penang. El sacrificio valió la pena.
Al regreso a Kuala Lumpur, dos semanas después, habíamos reservado y pagado online la entrada para las Torres Petrona, edificaciones gemelas, la más alta del mundo, 452 metros, inauguradas en 1998. Diariamente se admiten 1500 visitantes, algo muy prudente, ya que evita la molotera. En la visita hay una primera parada en la planta 41, donde está el puente que une a ambas torres, donde uno puede permanecer unos minutos. De ahí uno va a la planta 86, donde uno tiene más tiempo para observar toda la ciudad y sus decenas de rascacielos. Finalmente te llevan al área de venta de souvenirs y donde hay una cafetería. El barman de la cafetería me preguntó si estaba hablando español con mi esposa, a lo que le respondí afirmativamente y le pregunté cómo lo adivinó. Me aseguró que ese lugar era visitado por muchos latinos y españoles, entre ellos paraguayos, colombianos, mexicanos y cubanos. Le pregunté si eran cubanos de Miami, me respondió: no, sir, vienen de Cuba. Me dejó con la interrogante qué cubano de Cuba tiene dinero para viajar tan lejos como turista.

Una conclusión haré sobre Malasia, una vez terminé de relatar las muchas cosas que vimos en los tres lugares visitados de este país.
Ricardo Labrada
5 febrero 2025

















