«Todos al nacer ya sabemos llorar, necesitamos aprender a reír».
Anónimo
Cualquiera que visite Bruselas tendrá que pasar por delante del famoso Manneken Pis. Al inicio pensé se trataba de una obra excepcional de escultura y por mi cabeza no pasaba que el Pis tenía que ver con esa operación que los humanos ejecutamos diariamente varias veces siempre que los riñones funcionen bien.
El Manneken Pis (hombrecito que orina en neerlandés) es una estatuilla de 61 cm de altura de un niño orinando, creada en 1388, que se encuentra en una parte céntrica y antigua de la famosa capital belga, en las calles L’Etuve y Chene, al sur de la Grand Place, donde encontraremos al infante eternamente orinando.

Manneken Pis. Foto del autor
Como todo lo típico mueve a robo por avaricia, no faltaron tropas que intentarán llevarse al niño orinando en el pasado. Los ingleses la robaron en 1745 y más tarde fueron los militares franceses. El último robo fue en 1965 tras un acto de vandalismo. Lo que algunos dudan que el actual Manneken Pis sea el original, pues los robos sucedieron y luego las autoridades declaraban haberla encontrado.
¿Por qué el Manneken Pis? Bueno, eso cae en la leyenda. Unos dicen que el niño había apagado una mecha encendida en la ciudad y así evitó un incendio. Otros afirman que el hijo de un noble, durante una batalla, se colgó de un árbol y le vieron orinando, y otros dicen que era un hijo de otro noble que abandonó una procesión para ir a orinar, pero le vio una bruja, la que inmovilizó al infante, supongo que por el pecado de orinar en la calle. Puede haber más leyendas, pero estas son las que me han dicho.

Miniatura-Souvenir del Manneken Pis. Foto del autor
Desde 1698, se comenzó a regalar ropa a la estatuilla por parte de un gobernador, lo que se convirtió en costumbre. Los presidentes de gobierno han regalado asiduamente trajes al Manneken, los que hoy día se muestran en el Museo de la Ciudad (Museé de Ville) situado en la Maison du Roi. Allí hay trajes de todos tipos y de muchas culturas de este mundo.
Así que si visita Bruselas, no deje de ir a ver al curioso niño orinando. Ir allí y no verlo es imperdonable.
Escrito por Ricardo Labrada, 10 julio de 2017