“La vida secreta de las palabras (2005)”, heridas de una guerra

«Temo que un día, es posible que no sea hoy, es posible que tampoco sea mañana, pero un día de repente, puede que comience a llorar, tanto que nada ni nadie podrá detenerme, y mis lágrimas llenarán la habitación, donde no podré respirar, tú caerás junto a mí y los dos nos ahogaremos
Hannah en un diálogo con Josef

Formidable filme, así lo catalogó, con trama original y tocando puntos para que los políticos reflexionen de las serias consecuencias de una guerra, la que deja muertos, inválidos, huérfanos y personas afectadas mentalmente para toda la vida.

La película es de producción española y principalmente filmada en el País Vasco, España, con guion y dirección de la catalana Isabel Coixet Castillo, quien, a su vez, fue la escritora del libro con título homónimo. Lo interesante es que el filme tiene una parte del inicio en un incendio ocurrido en una plataforma petrolífera en medio del mar, en la que un gravemente trabajador herido, Josef, requiere de cuidados, por lo que Hannah, una mujer enfermera, pero trabajando como obrera en fábrica, decide tomarse un tiempo fuera de ese ambiente laboral y consigue empleo para auxiliar a Josef en el mismo lugar del incendio y donde sólo trabajaban hombres.

Hannah es una yugoslava, no llegué a saber si era croata o bosniaca, llena de pésimos recuerdos, taciturna y casi sorda, mientras que Josef tenía un saco de sufrimientos sentimentales. Las dos medias naranjas comienzan paulatinamente a acercarse. En un principio existió la desconfianza de parte de Hannah, la que no era muy dada a entablar conversaciones, pero Josef, ciego en aquel momento, probablemente por instinto, sintió ternura en el trato que ella le daba a sus heridas.

Toda trama de una película seria siempre tiene un ingrediente fuerte de realidad y un poco de ficción. A estos efectos es cierto un comentario que leí, el cual apunta a que una persona en el estado que estaba Josef debía haber sido evacuada inmediatamente de esa plataforma a un hospital en tierra. Lo que el comentarista no se percató es que Josef había sido dado por muerto a fin de que la familia pudiera cobrar el seguro.

Obviando ese detalle, lo importante es conocer como la psiquis de una persona, además de su físico, se afectan en una guerra. La peli pone de manifiesto algo ya aparecido en otras cintas, el pobre y hasta abusivo papel de las partes mediadoras en el conflicto de los Balcanes. Las mujeres, supuestas a recibir ayuda y protección, eran utilizadas como objetos sexuales en actos reales de sadismo, las que podían quedar físicamente lesionadas de forma irreversible o incluso morir.

El intercambio de palabras, cortas frases y luego diálogos nada extensos condujeron a una empatía natural entre el herido y la enfermera. Los detalles podrán verse en la película, así como su desarrollo ulterior. Igualmente, cada cual podrá razonar acerca de la seguridad de las plataformas petrolíferas en medio del mar, si las mismas afectan al ecosistema marino y sus daños puedan ser evitados o reducidos. Lo otro nefasto es la convivencia de hombres, nada de mujeres a bordo, los que sienten y padecen de necesidades como los que están en tierra. A fin de cuentas, ellos no son soldados de un batallón de guerra.

En el orden interpretativo, mis aplausos para la canadiense Sarah Polley por su muy convincente encarnación de Hannah, para el experimentado actor californiano Tim Robbins en el papel de Josef, el español Javier Cámara como Simón el cocinero y el inglés Daniel Mays como Martín, el encargado de contar las olas.

Este filme obtuvo varios premios Goya, entre ellos el de mejor filme, mejor directora y montaje más original para Isabel Coixet, y nominación como mejor actor de reparto para Javier Cámara.

Como uno agradece este tipo de películas, las que tratan la realidad y, a mi entender, la historia y penas de nuestra existencia.

Esteban Hernández
11 noviembre de 2023

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