“Brigada de mujeres (1957)”, una bagatela fílmica e histórica

Si debemos morir, lo haremos defendiendo nuestros derechos.”
Tatanka Iyotanka o Toro Sentado (1831-1890, jefe tribal Sioux)

Criticar lo malo es positivo, más aún cuando es sencillamente tergiversador, discriminatorio y hasta inhumano. No es primera vez que lo hago cuando me refiero a Oestes con masacres de indios en pantalla, valiente entretenimiento, ver cómo unos matan a otros. Una vez dije: “matan y nadie sabe el motivo”. Los indios son los “malos” y los rubios son los “buenos impecables”.

El experimentado director George Marshall fue el arquitecto de esta chapuza de película, en el que, al menos a mí, me queda claro una cosa, la práctica del apartheid no comenzó en Sudáfrica, ya eso era habitual en el territorio de Norteamérica con los indígenas desde el siglo XIX, los que eran llevados a una reserva y de ahí no podían salirse, de lo contrario estarían infringiendo la ley. La peli muestra una supuesta infracción de una tribu, lo que le valió que las tropas de los yanquis, los del norte, entonces en guerra de secesión con los confederados, arrasaran toda una aldea de indios sin ninguna misericordia como lección para que no se salieran de sus límites.

Como era de esperar, los indios se rebelaron, en este caso los comanches. En una vuelta nada razonable o no muy lógica aparece la figura del héroe de la peli interpretado por el casi eterno vaquero fílmico Audie Murphy, tejano en la peli, pero miembro del ejército del norte, el que prevé el ataque de los indios en áreas del sur pobladas solo por mujeres, ya que los hombres confederados estaban en el frente de batalla.

Toda la trama va orientada a dos cosas, hacer aparecer a los indios como criminales, los que son eliminados y combatidos por un grupo de mujeres adiestradas por el oficial “desertor” del ejército norteño. Ellas mataban indios, pero salían en escena más y más, era como si se reprodujeran como los microbios. Tiros, flechas, mujeres heridas o caídas en combate, todo sazonado para que al espectador le entren deseos de tomar un arma y se sume a la matanza de más comanches.

Si el director quería hacer un filme interesante, muy sabio habría sido poner a una parte de las tropas del norte del lado de los indios y castigar a aquellos que masacraron su población en reserva, un claro sinónimo de campo de aislamiento.

Cuando uno ve este tipo de peli, lo observa como si estuviera observando el comportamiento de un animal salvaje en la selva, es como una curiosidad, la que al final da pena, ya que, en lugar de ilustrar la vida de estos indios y sus costumbres, terminan presentándoles como salvajes, incluso agraciados por la civilización que el hombre blanco les trajo a sus tierras.  Siempre felicitaré a actores como Marlon Brando y Paul Newman, los que se opusieron a este tipo de películas abiertamente y defendieron la causa de los verdaderos norteamericanos. Por suerte, las cosas comenzaron a cambiar en las últimas dos décadas del siglo pasado y ya Hollywood no produce cintas aptas para generar incultura e ignorancia sobre los indígenas norteamericanos.

Esteban Hernández
12 diciembre de 2023

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