“No quiero vivir en un mundo donde todo lo que digo,
todo lo que hago, todo lo que hablo, toda expresión
de creatividad o de amor o de amistad queda grabada.”
Edward Snowden (1983, ex-agente norteamericano)
En un artículo anterior (Labrada 2016) sobre la gran científica, Lisa Meitner, se dieron datos relativos al trasiego de datos nucleares de Alemania, en plena Segunda Guerra, a otros países de Occidente. El científico alemán Otto Hahn trabajaba mucho pero no era capaz de interpretar a cabalidad todos sus resultados, para lo cual solía consultar a la Dra. Meitner, de hecho la primera que logró identificar el proceso de fisión nuclear. Esos resultados de alguna manera fueron pasando de mano en mano. Meitner estaba refugiada en Suecia, su pariente, el físico danés Nils Bohr indirectamente se involucraba en la “conversación”, y así corrían datos de indiscutible valor de Alemania a Suecia, de ahí a Inglaterra y luego a EE.UU.
Los alemanes no dominaban el asunto del agua pesada, o sea agua con el hidrógeno reemplazado por deuterio (2H). Para lograr la fisión del Uranio235 el agua pesada es la solución, sus moléculas reducen la velocidad de los neutrones, a la vez que atrapa la energía desprendida.
Finalmente se logró la bomba atómica, y todos sabemos cómo se probó y cuántas vidas costó en Hiroshima y Nagasaki. Japón no tuvo más remedio que rendirse, a la vez que EE.UU. lanzaba un mensaje directo a los soviéticos. Quizás muchos hayan pensado que la URSS estaba cruzada de brazos sobre ese asunto, pensamiento errado realmente.
No puedo decir cuando empezaron a interesarse por este asunto las autoridades soviéticas, pero es dudoso que todo se haya iniciado en 1945 y no antes. El espía desertor Igor Gouzenko aseguraba que la URSS poseía una potente red de espionaje en Canadá, Gran Bretaña y Estados Unidos. Gouzenko delató a decenas de agentes locales y soviéticos, entre ellos el científico inglés Allan Nunn May, destacado físicos, quien era miembro del Partido Comunista de su país desde 1930, organización que abandonó en 1940.
Cuando Nunn se enteró que Alemania podía estar preparando una temible bomba, él decidió informar a la URSS de lo que estaba ocurriendo. Nunn trabajó durante un tiempo en laboratorio de Otawa y luego regresó a Londres, donde fue arrestado. En realidad, hizo su trabajo de información de forma voluntaria, ya que los soviéticos le pagaron setecientos dólares, que no aceptó o los quemó, más dos botellas de whiskey. En tribunal, Nunn se resistió a aceptar que su trabajo era una traición. Liberado de la prisión, trabajó en Gana, África.
En toda esa labor de espionaje obraba la científica inglesa Melita Norwood, quien había trabajado con Nunn en Otawa, aunque ninguno de los dos sabía que estaban aportando para la misma fuente. Melita era una comunista convencida y su actividad no se detuvo hasta 1951.
El otro implicado, igualmente caído con la delación de Gouzenko, fue el científico refugiado alemán, Klaus Fuchs, quien colaboraba en el proyecto Manhattan, en los Álamos, Nuevo México. Fuchs reconoció su trabajo para la URSS y fue condenado a 14 años de cárcel, cumplió algo más de 9, liberado se marchó a vivir a la desaparecida República Democrática Alemana.
Fuchs no laboraba solo, junto a él estuvieron el químico Harry Gold de Filadelfia y el ex maquinista del ejército norteamericano, David Greenglas. Este último, a cambio de que le bajaran la pena, fue el que delató a los esposos Ethel y Julius Rosenberg, y al ingeniero de radar, Morton Sobell.
Greenglas declaró al FBI que había sido reclutado por los Rosenberg, y que Julius fue la persona que le pidió información sobre la bomba atómica. Greenglas entregó una sección transversal de la bomba lanzada en Nagasaki, nada del otro mundo. La información más valiosa de todas fue la aportada por Fuchs, sin esa los soviéticos no habrían podido haber detonado su primera bomba en 1949.
Los Rosenberg eran comunistas convencidos, no dados a entregar nombres ni a delatar a nadie. Se acogieron a la quinta enmienda de la constitución de EE.UU. para no incriminarse. Se sabe que ninguno de los dos eran físicos, sin embargo, lo que ellos le entregaron a los soviéticos no era nada importante en materia nuclear. Julius era un activo miembro del servicio soviético, pero Ethel era sólo colaboradora de su marido. Al final, ambos pagaron por algo que en realidad no hicieron. Fueron ejecutados, pena que fue más a manera de escarmiento que de castigo de culpabilidad en materia de trasiego de información nuclear.
Mucha información había quedado por descubrir hasta que el agente soviético, otro desertor, Vasily Mitrokhin, en 1992, revelara elementos relativos al programa de Manhattan y cómo los colaboradores de los soviéticos se las ingeniaron para enviar información de alto valor al efecto. Fue entonces que la inglesa Melita Norwood quedó descubierta, quien parece ser una pieza tan importante como Fuchs en todo este trabajo.
Claramente se ve que los hallazgos incompletos se movieron de Alemania a los EE.UU. e Inglaterra, lograda la bomba, los vencedores ignoraban que los soviéticos se movían rápido para llegar a igual objetivo, al cual finalmente también llegaron.
Fuentes
Anon. 2018. Julius y Ethel Rosenberg, idealismo y traición. https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20130619/54375715839/guerra-fria-pena-de-muerte-espionaje-atomico-estados-unidos-bomba-atomica.html
García Maia. 2012. Lise Meitner, la científica que descubrió la fisión nuclear. Pikara, 22 mayo. http://www.pikaramagazine.com/2012/05/lise-meitner-la-cientifica-que-descubrio-la-fision-nuclear-eva-y-la-manzana-de-newton/
Labrada R. 2016. Lisa Meitner y la fisión nuclear. https://deportescineyotros.wordpress.com/2016/02/13/lisa-meitner-y-la-fision-nuclear/
Escrito por Ricardo Labrada, 3 mayo de 2019