Un cubano fugado en el Bósforo, Estambul, en 1967

Siento que lo único difícil de emigrar es dejar todo
atrás, pero no me arrepiento de haberlo hecho.”
Carlos Moreira da Costa (venezolano residente en Portugal)

El Gruzia

Por Ricardo Labrada

Este es un hecho no muy conocido, ni siquiera he visto que haya sido publicado anteriormente. No dudo que se haya hecho saber en Turquía por la prensa local, pero nada en otros medios. Lo que aquí relato sucedió a finales de agosto o principios de setiembre de 1967.

Los cubanos estudiantes en la URSS viajaban a Cuba de vacaciones cada dos años, o sea 720 días más o menos sin ver la tierra que los vio nacer. Ese viaje de ida y vuelta era pagado por la administración cubana y era lo único que pagaba. El resto de los estudios, incluido estipendio y dieta en época vacacional, más el primer viaje de ida de Cuba a la URSS y el último de este país a Cuba una vez graduado, era cubierto completamente por el gobierno soviético.

Para las vacaciones la administración cubana pagaba el alquiler a un buque soviético, el que podía salir de puerto al norte, p. ej. Leningrado, o de puerto meridional como Odessa. El viaje que les cuento era de regreso de la Habana a Odessa y ocurrió en la fecha ya arriba anticipada.

El buque, a la memoria del que suscribe, era el Gruzia (Georgia), muy acostumbrado desde 1962 a realizar este trayecto de ida y vuelta, Odessa-Habana-Odessa. En el viajaban varias decenas de estudiantes cubanos de regreso de sus vacaciones en Cuba a la URSS. Viajaban también otros estudiantes que habían viajado para prácticas docentes en Cuba, una modalidad muy del gusto de los profesores soviéticos, los que aprovechaban para viajar fuera de la URSS probablemente por primera vez.  También podrían ir contingentes de nuevos estudiantes cubanos, como fue este caso de varias decenas para estudiar carreras militares.

Un grupo de estudiantes de economía de la Academia Agrícola de Ucrania en Kiev venían de terminar sus prácticas. Habían concluido el cuarto año de su carrera, eran veteranos conocedores de estos viajes y de la URSS. Fueron ellos quienes nos contaron esta historia a su regreso en Kiev, que la vivieron en vivo y en directo.

Los estudiantes militares mantuvieron durante toda la travesía una especie de distancia con los civiles. Los de Kiev se reían de esas cosas y no le daban ninguna importancia. Durante el viaje se divertían como de costumbre y esperaban el regreso a Odessa, desde donde tendría que regresar en tren a Kiev.

El Gruzia hacía la travesía en unos 17-18 días, era probablemente el más rápido de los buques soviéticos cruzando el Océano Atlántico, era cómodo y a bordo se pasaba bien. Fue construido en 1939 por la firma Swan & Hunter de Gran Bretaña y se le llamó Sobetski. Durante la guerra fue utilizado en misiones de transportación de mercancías, algunas bélicas. Su regreso al servicio civil tuvo lugar en 1947 y pasó completamente a manos soviéticas en 1950. Fue cuando recibió el nombre de Gruzia. En su historial está el haber llevado parte de la delegación deportiva soviética a participar en los juegos olímpicos de Melbourne en 1956. En abril de 1975, fue vendido como chatarra al puerto italiano de La Spezia y eliminado. No confundamos este Gruzia con otro de igual nombre construido por Finlandia y que fue botado al agua en 1974.

Bien, el ya desaparecido Gruzia fue bien detallado por un futuro estudiante cubano de carrera militar. Se trataba de una persona que casi no hablaba con nadie, muy reservado, con una taciturnidad nada característica de un cubano.

En las mañanas desayunaba, luego iba a la piscina a nadar, algo que hacía muy bien, sea en estilo libre o pecho incluso completamente bajo el agua. Allí estaba largo rato, leía algún que otro libro, llegaba el almuerzo, una siesta y regresaba nuevamente a la piscina. En fin, 15 días con esa rutina. Nunca vestía, siempre andaba con un pantalón corto, una camiseta y unas chancletas como vestimenta. A bordo no hacía falta nada más, era verano y las temperaturas eran altas y agradables en la noche.

El Gruzia navegaba por el Atlántico, luego pasaba por el Estrecho de Gibraltar para entrar en el Mar Mediterráneo. Dejar atrás el Atlántico era alegría para todos, ya uno podría ver las costas de África septentrional, apreciar el color blanco de las casas en Orán, Argelia, luego internarse en las islas griegas en el Mar Egeo, preludio del Estrecho de los Dardanelos y luego del Bósforo, donde uno aprecia la belleza de la ciudad de Estambul en los dos continentes, pero que a nuestro “héroe” no le dio tiempo para eso, estaba en otra cosa más importante para él.

El taciturno había calculado bien toda la popa y las hélices del Gruzia. Lanzarse al agua desde un barco se debe hacer por la parte trasera o popa, pero con cuidado suficiente para no ser agarrado por las aletas de la propela, algo que de suceder sería mortal.

Todo estaba previsto, era necesario saltar al aire para dar tiempo suficiente a que el barco y sus hélices pasaran. El salto debía ser erguido, el mar tenía profundidad para caer parado y no lesionarse, aunque era un salto de varios metros de altura.

Llegó el momento cero y fue entonces que Mr. Taciturnidad dio el salto desde la popa, algo que realizó con éxito. Al caer al agua, uno de las lanchas que merodeaban por los alrededores le recogió, y hasta el sol de hoy.

Los futuros economistas vieron lo sucedido como si fuera una película. A esa hora, como era de esperar, a cantar “Cuba que linda es Cuba”, gritar con fuerza consignas revolucionarias, pero oídos sordos de Mr. Taciturnidad, quien ya estaba alejado del “Gruzia”. Había logrado su objetivo, escapar de Cuba y de su sistema.

Inmediatamente después del alboroto a bordo, el jefe del grupo de los estudiantes militares fue a revisar la maleta del fugado. ¡Qué decepción! Solo encontraron un par de trapos, las camisetas que él usaba y piedra, mucha piedra dentro de la maleta. Mr. Taciturnidad lo tenía todo planeado desde que salió de la Habana.

Que un cubano se fugue no es noticia realmente, son miles los que lo han hecho de una manera u otra, pero que sepa nadie ha hecho algo tan temerario como en este caso. Aquí había dos peligros, el primero era ser atrapado por la propela y quedar hecho un picadillo; el segundo era mal caer al agua y destrozarse algunos huesos. Ni una ni otra sucedió, excepto que se escapó y engañó hasta aquellos que lo reclutaron para los estudios militares.       

Esta información ha sido posible gracias al relato que nos proporcionaron nuestros compañeros en viaje en el Gruzia de regreso a Kiev. Ni Belmondo lo habría hecho mejor con ese salto.

11 junio 2022

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