“Lo so bene (lo sé bien)”
Lema de la mafia
Por Esteban Hernández
En el cine clásico, o sea el de hace varias décadas, uno puede hallar películas interesantes realizadas con medios modestos y sin necesidad de efecto especiales. El título en cuestión es el caso, película de crimen dirigida por Lloyd Bacon y guion principal de Robert Rossen, que contó con el protagonismo de dos grandes de la pantalla de todos los tiempos, Bette Davis y Humphrey Bogart.
Este filme fue la cuarta vez que este dúo actuó junto. Ambos colaboraron en un total de siete películas, donde a Bogart le tocó el papel de villano o de hombre poco bondadoso en cuatro ocasiones.
El drama-film de crimen objeto de análisis presenta una trama actual para su época cuando los elementos de la mafia, aquellos que llegaron a dominar en las grandes ciudades de EE.UU., controlaban el tráfico de la bebida, eran dueños de los grandes sitios de ocio de los millonarios y manejaban el proxenetismo, lo que es igual a controlar la prostitución. La droga se fue abriendo con el tiempo, pero no en esa época.
Bacon trató de reflejar la omnipotencia de un zar mafioso y cómo imponía su voluntad sin temor alguno a ser castigado. Probablemente no haya querido entrar en detalles de los manejos y de la colaboración que podría tener ese kapo con otros políticos, sean representantes o senadores, ya que nadie puede llegar tan lejos de por sí solo, necesita apoyos para poder hacer y deshacer. Era una colaboración muy útil para ambas partes, la mafia hacía y deshacía, a la vez que garantizaba los votos para los políticos en promoción, siempre a cambio de una paz entre ambas partes, donde los intereses de mafia y políticos no estuvieran en riesgo.
El boss mafioso de esta peli fue encarnado por el actor napolitano Eduardo Cianelli, no muy conocido, cuyo desarrollo artístico comenzó como barítono en la Scala milanesa. Luego se decidió por la interpretación, inicialmente en Europa y luego en EE. UU. Realmente su papel como el malvado Johnny Vanning fue algo exagerado, no lució natural como era de esperar. Apareció violento y locuaz, pero un personaje con sobreactuación.
Bette Davis fue la heroína del filme, de pícara y autosuficiente dama alegre, se dio cuenta que existía un poder que ella no podría derrotar sola, algo que se planteó con seriedad cuando su hermana desapareció y todos podemos imaginar cómo y por qué.
A Bogart le tocó el papel del abogado-fiscal David Graham, hombre que sabía que la corrupción en toda la urbe tenía un nombre y no era otro que Vanning. La actuación de Bogart no tuvo ninguna similitud con el detective Sam Spade del filme “El halcón maltés (1941)”, ya que fue en todo momento serio y directo en sus planteamientos o consejos. Tampoco hubo mucho espacio para romance, de hecho, no existió, así que tampoco hubo un héroe Rick Vaine como en “Casablanca (1942)”. Lo que sí demostraba en esta película que sus empeños eran los de dejar atrás los eternos papeles de villanos para hacer algo mejor y perdurable.
La combinación de Bette y Bogart dio resultado en este filme por primera vez, en que ambos finalmente sienten algún tipo de atracción. Hubo una segunda vez cuando se volvieron a encontrar en el drama “Amarga victoria (1939” de Edmund Goulding.
Sería injusto no reconocer la actuación de Lola Lane en el papel de Gabby en este filme. De todo el grupo de mujeres de vida «alegre», fue Lola tan convincente como Mary (Bette Davis). John Litel, como abogado de Vanning, tuvo una modesta actuación.
La película tiene su moraleja, callar los crímenes los fomentan, denunciarlos abiertamente, a riesgo de ser asesinados, es la única vía para que triunfe la justicia. Catalogar este filme como un suspense no parece lógico, ya que la trama fluyó directa y sin subterfugios, todo era conocido, aunque hacía falta que alguien o algunos hablaran.
28 junio de 2022