“Personas decentes” de Leonardo Padura

La mentira y el engaño tienen fecha de caducidad,
al final todo se descubre, y al mismo tiempo la
confianza muere para siempre.”
Walter Riso (Escritor y psicólogo clínico)

Otra obra literaria de valor, salida de la brillante pluma del escritor del barrio de Mantilla en la Habana, Leonardo Padura. Con anterioridad he comentado sobre otras de sus obras como “El hombre que amaba los perros” y “Como polvo en el viento” en este blog. Ahora le toca a “Personas decentes”, donde reaparece el investigador Mario Conde. Esta vez viejo, algo cansado de la vida y las promesas de un país, donde hasta los sueños mueren, excepto el de emigrar en cuanto se pueda.

Lo interesante de esta obra es que se describen dos tramas. Por un lado, la vida y desenlace de la vida de Alberto Yarini, el famoso proxeneta de San Isidro, quien en realidad era una persona educada y conocedora de la política. Por lo que no se le puede describir, como en otras obras y filmes, sencillamente como un bello follador. Por otro, un asesinato reciente, el que coincidió con la visita del presidente Obama a Cuba y luego el concierto de los Rolling Stones en la Habana.

Padura se las arregla para escribir sobre la vida de Yarini, su dominio de prostíbulos en un barrio, en el cual el que suscribe se crio y conoce al dedillo las calles de toda esa zona incluido el callejón de San Isidro, el que se inicia en la calle Habana y termina en la calle Compostela de frente al Archivo Nacional. Bayuses[1] unos pocos aún quedaban en la década de los 50 en San Isidro, pero eran aptos para gente pobre, de dos pesetas. De la manera que se describe en el libro, es de imaginarse que a inicios del siglo XX toda esa parte de San Isidro, Paula, Compostela, Bayona, Picota, por mencionar algunas calles, hayan tenido mejor presencia que la que tuvo posteriormente.

El escritor se adentra en la discordia y diferencias de Yarini con otro proxeneta, el francés Lotot, quien se daba el gusto de traer prostitutas italianas y francesas, lo que se le ocurriera, las que para Yarini no pasaban inadvertidas, las visitaba y las poseía, algo que a Lotot y sus apaches no le agradaba. Supongo que algo de imaginación del autor debe tener esta trama, pero les aseguro que les resultara interesante.

En cuanto a los asesinatos en la Habana, se trataba de esos personajes, los llamados y falsos Patria o Muerte, los que se encargaban de abusar de la gente y convenientemente robaban obras de arte sin ningún escrúpulo. Un registro por tal o más cual razón, confisca aquí y allá, reportan solo una parte de lo requisado era entregado. A esto se une la historia real de los estudiantes universitarios que eran sacado de sus estudios por ser creyentes, aunque también se hacía si eran homosexuales. En este caso eran personas muy devotas, pecado, ya que hay que ser devoto a eso que se llama revolución y al líder que la guía.

Doy elementos separados en esta segunda historia o trama para que el lector sepa que ni se no lee el libro hasta el final, no podrá darse cuenta de los motivos para los asesinatos cometidos y quien lo realiza. El odio acumulado es algo fatal, pero esos personajes, supuestos hombres de justicia, no eran más que bribones y aprovechados de las posiciones que ocupaban. Se hacían de buenas casas o mansiones, muebles y objetos de arte, algunos de los cuales ponían clandestinamente en venta fuera del país.

Al final las dos tramas se entrecruzan, algo muy original, hecho con elegancia y coherencia. Estimo que el valor del libro estriba en sus dos relatos, los que convergen al final de la obra.

Una vez más el escritor relata la situación de los cubanos, y del mundo de aquellos que tienen, como una muestra de la desigualdad existente y escondida a conveniencia por los medios de prensa. Sutilmente pone en claro cómo están las cosas, con un Mario Conde escéptico de que vaya a haber una mejoría después de la visita de Obama. No se equivocó, la vida no es que siga igual, está peor y no aparece el medicamento para curar una herida profunda en la economía y bienestar de la población. La culpa no es del totí, ya que este no es de color oscuro.

Mi invitación a que lean esta obra, así como otras nada conocidas como “La niña se llama Tatiana” y “De antes y de ahora”, ambas de Esteban Hernández Corvo, las que igualmente describen panoramas muy cubanos y de emigrantes.

Ricardo Labrada
16 marzo de 2023


[1] Prostíbulo en Cuba

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