“Triste, lamentable y esencialmente repugnante, es el acto de comparecer y elevar mi humilde voz ante este respetable Tribunal, reunido aquí, en esta fidelísima Antilla, por la violencia y por el frenesí de un puñado de revoltosos, pues ni aun de fanáticos puede conceptuárseles”.
Federico Capdevila (en su alegato en el tribunal de los estudiantes de medicina)

Federico Capdevila
Todo el que haya estudiado historia de Cuba reconocerá siempre el nombre de Federico Capdevila como hombre de justicia y honor. Muy pocos sabíamos o sabemos que este personaje célebre era nacido en Valencia, España, el 17 de agosto de 1844, hijo del coronel Medardo Capdevila Sorribas, natural de Benabarre (Huesca-Aragón), y de doña Petra Sancho Miñano, de Narros (Soria).
A Valencia nos une de hecho la figura de Don Mariano Martí, padre del héroe nacional cubano, José Martí, y nos une también la figura tan distinguida de Federico Capdevila.
Hay muchos escritos en internet sobre Capdevila. No obstante, creo sano describir brevemente lo tanto que hizo siempre con honor por Cuba, el respeto que sintió por nuestro pueblo, siempre a favor de buenas causas y nunca buscando enriquecimiento como otros entes colonialistas.
Capdevila cursó estudios en el Colegio de Infantería de la Reina, donde ingresó el 30 de diciembre de 1859 y egresó el 1º de julio de 1862 con el grado de sub-teniente de infantería. Posteriormente fue asignado al Batallón de Cazadores de Barcelona. Allí estuvo hasta inicios de 1866. Luego fue enviado al IIº Batallón de Tarragona, donde fue ascendido y entonces enviado a formar parte del Ejército español en Cuba.
Militarmente Capdevila fue ascendiendo, en setiembre de 1868 se graduó de capitán y un año después se le nombra capitán por mérito de guerra, mientras que el grado de Comandante lo obtuvo precisamente el 24 de febrero de 1870 e igualmente por mérito de guerra.
En 1871 tiene lugar el juicio de los 11 estudiantes cubanos de medicina, a los que se les acusaba de haber profanado la tumba de Gonzalo Castañón, coronel de los Voluntarios de La Habana y propietario de un diario, que había fallecido no hacía mucho en La Florida en un duelo con el cubano Mateo Orozco. Castañón tenía costumbre de escribir mal sobre los criollos y Orozco decidió pasarle cuenta cara a cara. Que nadie diga que murió resultado de una balacera, fue duelo y le tocó llevarse la peor parte. Castañón fue enterrado en el cementerio de Espada en la Habana.
El 24 de noviembre de 1871 varios estudiantes de medicina esperaban al profesor de anatomía, Pablo Valencia García, en el anfiteatro de Anatomía de de la Real y Pontificia Universidad de La Habana, quien se había tardado, razón por la que los estudiantes decidieron ir a jugar un rato al vecino cementerio de Espada, donde se montaron en un carromato habilitado para llevar los cadáveres que iban a ser utilizados para las prácticas de disección en el mismo Anfiteatro de Anatomía.
El celador del cementerio, Vicente Cobas, que no sentía simpatía ninguna hacia los estudiantes, fue quien se personó ante el Gobernador Dionisio López para acusar a los estudiantes de haber rayado intencionalmente la tumba de Castañón, lo cual no era cierto. Cobas dijo que los estudiantes usaron un anillo de diamantes para realizar esa fechoría.
En este mundo los oportunistas se sobran y el gobernador era otro más de esos, por lo que a fin de ganar fama decidió iniciar un proceso legal contra los estudiantes y a tales efectos ordenó la detección de los jóvenes el 25 de noviembre. Aunque ya existía la orden para detenerlos, no pudieron sacarlos del aula por la actitud del profesor Juan Manuel Sánchez Bustamante, quien no permitió los detuvieran, pero Pablo Valencia, el otro profesor, si aprobó la detención de nada menos que 45 estudiantes, entre los que se encontraban Fermín Valdés Domínguez, amigo desde la infancia de José Martí.
A esto hay que agregar la actitud vergonzosa de los voluntarios, que conste, casi todos criollos nacidos en la isla, los que exigieron la ejecución de los culpables.

Fusilamiento de los estudiantes cubanos de medicina
El 27 de noviembre se constituyó un Consejo de Guerra para juzgar a los estudiantes y le tocó a Capdevila hacer el papel de abogado defensor de los estudiantes. En su comparecencia en el juicio, Capdevila declaró:
“Dolorosa y altamente sensible me es, que los que se llaman Voluntarios de La Habana hayan resuelto ayer y hoy dar su mano a los sediciosos que forman la Comuna de París, pues pretenden irreflexivamente convertirse en asesinos ¡y lo conseguirán!, si el Tribunal a quien suplico e imploro, no obra con la justicia, la equidad y la imparcialidad de que están revestidos”.
Luego añadió: “Mi obligación como español, mi sagrado deber como defensor, mi honra como caballero y mi pundonor como oficial, es proteger y amparar al inocente. ¡Y lo son mis 45 defendidos! Defender a esos niños que apenas han salido de la pubertad para entrar en esa edad juvenil en que no hay odios, no hay venganzas, no hay pasiones. En que como las pobres e inocentes mariposas revolotean de flor en flor aspirando su aroma, su esencia y su perfume, viviendo sólo de quiméricas ilusiones. ¿Qué van ustedes a esperar de un niño? ¿Puede llamárseles, juzgárseles como a hombres a los 14, 16 o 18 años poco más o menos? ¡No! Pero en la inadmisible suposición de que se les juzgue como a hombres: ¿Dónde está la acusación? ¿Dónde consta el delito que se les acrimina y supone?”
Y concluyó: “Señores: Desde la apertura del Sumario, he presenciado, he oído la lectura del parte, declaraciones y cargos verbales hechos. Y, o yo soy muy ignorante o nada absolutamente encuentro de culpabilidad. Antes de entrar en la sala, había oído infinitos rumores de que los alumnos o estudiantes de medicina habían cometido desacatos y sacrilegios en el cementerio. Pero en honor a la verdad, nada absolutamente aparece en las diligencias sumarias. ¿Dónde consta el delito, ese desacato sacrílego? Creo, y estoy firmemente convencido, que sólo germina en la imaginación obtusa que fermenta la embriaguez en un pequeño número de sediciosos”.
De hecho los revoltosos voluntarios reaccionaron agresivamente contra Capdevila e intentaron golpearle. El valenciano, ante la posible agresión, desenvainó su espada para oponer resistencia.
Ocho estudiantes fueron condenados a muerte por fusilamiento, ellos fueron: Alonso Álvarez de La Campa, José de Marcos y Medina, Carlos Augusto de La Torre, Eladio González y Toledo, Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Bermúdez, Ángel Laborde, y Carlos Verdugo. La ejecución tuvo lugar en la tarde del 27 de noviembre de 1871. Otros varios fueron encarcelados. Cuánta falsa gloria para el oportunista Gobernador Dionisio López, el cual escribió unas de las páginas más negras del período colonial en Cuba, pero cuánta gloria verdadera se llevó Federico Capdevila con su actitud, cuya espada quedó rota ante el desafío de los cobardes voluntarios, pero que los pobladores de Guanabacoa en agradecimiento, hicieron una colecta para así comprar una espada similar para Capdevila y agradecer el bello gesto de su inolvidable defensa de aquellos inocentes.
Capdevila se vio casi obligado a trasladarse a la provincia oriental debido a la agresividad de los voluntarios. Unos dicen que el propio gobierno lo mandó, otros aseveran que se acogió a una licencia temporal y se movió al Oriente por voluntad propia. Inicialmente vivió en Holguín, durante ese período contrajo matrimonio con la espirituana Isabel Pina Estrada. Hasta inicios de 1872 residió allí pero finalmente se trasladó a Madrid, donde nacieron sus dos hijos, Federico, quien muere en la capital española, y Luis, nacido en 1876.

Panteón de los estudiantes fusilados y donde yacen los restos de Capdevila en la Habana
Calmados los ánimos, Capdevila regresó a Cuba y en 1878 Martínez Campos lo ascendió a Comandante a la vez que le encomendaba realizar actividades de inspección de las áreas beligerantes, algo que podía hacer debido al respeto que sentían los cubanos por su persona. No faltó nuevamente otro oportunista de turno, el teniente Juan Martínez Rubio, quien acusó a Capdevila de malversación de fondos de la caja del segundo batallón de infantería. La acusación prosperó y Capdevila fue condenado a prisión varias veces e igualmente se le impuso el pago de los fondos malversados. Para su suerte, su causa fue estudiada con detalle, de lo cual emergió que no era culpable de nada, fue absuelto y Capdevila decidió retirarse de las filas militares. En ese entonces era Teniente Coronel.
Su nueva residencia la fijó en Santiago de Cuba, donde en febrero de 1889 nació su hija Eva Esperanza. Igualmente Capdevila se hizo de muchos amigos santiagueros y ayudó a la creación de la agrupación “Víctor Hugo”, de la cual era también miembro el ilustre Emilio Bacardí.
La actitud de Capdevila era la de siempre buscar la concordia entre españoles y cubanos. Nunca trató de favorecer a unos u otros, estaba muy “aplatanado” para hacer otra cosa en una tierra que ya prácticamente lo tenía como su hijo.
Bacardí fue acusado de conspiración y arrestado. Fue entonces que él le escribió una nota a Capdevila, la que cayó en manos del Teniente auditor, Jaudenes, y enviada al temible general Valeriano Weyler, quien sin mucho análisis mandó a arrestar a Capdevila. Fue a prisión y allí su salud empeoró, padecía de tuberculosis añadida a una enteritis, que le hacían difícil su vida. Su fallecimiento tuvo lugar el primero de agosto de 1898 y sepultado en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba.
Los estudiantes apresados en 1871 y supervivientes del amañado juicio, entre ellos el ilustre Fermín Valdés Domínguez, se dieron a la tarea de trasladar los restos de Capdevila a La Habana para ubicarlos en el Mausoleo donde se guardan los restos de sus defendidos e injustamente fusilados. Ese traslado culminó el 27 de noviembre 1901, justamente en el 30 aniversario de la ejecución de los ocho estudiantes.
En Santiago de Cuba se erigió un busto en honor a la memoria de Capdevila en 1909. El mismo se encuentra en la plazoleta de la iglesia de San Francisco. Como Cuba vivió momentos difíciles en la década de los 30, un grupo de estudiantes santiagueros secuestraron el busto y lo mantuvieron oculto hasta 1937 cuando fue nuevamente restaurado en su lugar original. Cada 27 de noviembre los estudiantes santiagueros van a visitar el busto en recuerdo de los ocho estudiantes y de la figura de Federico Capdevila.
José Martí dijo de Capdevila en su momento: “España en aquella vergüenza no tuvo más que un hombre de honor: el generoso Capdevila, que donde haya españoles verdaderos, tendrá asiento mayor, –y donde haya cubanos”.
Valdés Domínguez igualmente manifestó: “El nombre de Capdevila es sagrado para los que en noviembre de 1871 le vimos dominar la furia de los amotinados”.
Fuentes consultadas
Bernal Velázquez Y. 2010. España en Cuba, Federico Capdevila, una página de honor y valentía. Contribuciones a las Ciencias Sociales. http://www.eumed.net/rev/cccss/10/ybv.htm
Guerra María Julia y Peña Ángela. 2009. Federico Capdevila, presencia del defensor de los estudiantes de medicina en Holguín. Aldea Cotidiana. https://aldeacotidiana.blogspot.com.es/2009/06/federico-capdevila-presencia-del.html
Pollar Pedro P. 2010. Federico Capdevila el Masón que defendió a los Estudiantes de Medicina. Cuba y la masonería. http://cubamason.forosactivos.net/t2895-federico-capdevila-el-mason-que-defendio-a-los-estudiantes-de-medicina
Escrito por Ricardo Labrada, 21 marzo de 2017