“La segregación es el adulterio de una relación
ilícita entre la injusticia y la inmoralidad.”
Martin Luther King Jr

La palabra segregar significa separar una cosa de otra de la que forma parte para que siga existiendo con independencia. Es como decimos vulgarmente en mi país, échate pa’llá que tú no eres de aquí.
El segregacionismo es parte integral de casi todos los países de este mundo y ese fenómeno se deriva de las desigualdades existentes.
La segregación racial ha sido una realidad en muchos países del mundo, donde sobresalen los casos del apartheid impuesto en África del Sur, Namibia y Rodesia del Sur (actualmente Zimbabue) en África, y en los Estados Unidos de Norteamérica.
Las políticas de segregación racial desaparecieron en los países africanos, mientras que en EE.UU. ha sido un proceso más lento, ya que, si bien institucionalmente no existe, hay muchas brechas dentro del sistema que lo permiten encubiertamente. Las leyes “Jim Crow” aparecidas después de terminada la guerra civil generaron una injusta cultura de la segregación que marcó la vida y la convivencia de una parte fundamental de los Estados Unidos. Los negros viven usualmente en las zonas más pobres y de menos condiciones en las distintas urbes del país, ellos suelen concentrarse en áreas determinadas de las ciudades, no se mezclan o no los dejan mezclarse. Un ejemplo de ello se puede ver en ciudades como Miami, donde la población negra vive en la parte noroccidental de la ciudad. La ciudad de Fort Lauderdale limita por los pelos con Plantation, ciudad poblada de negros, y así sucesivamente. Decir que no hay segregación en EE.UU. es falso.
La segregación étnica era una triste realidad en Ruanda, donde las dos etnias del país mantenían una guerra sangrienta y carente de sentido, a entender del que suscribe. Algo parecido sucede o sucedía en la vecina Burundi, en la que coinciden las mismas etnias, la mayoritaria hutu y los Tutsi. En 1995 hubo una guerra en Ruanda sin tregua entre ambos grupos étnicos, los gobernantes hutus fueron expulsados del poder por los Tutsi. Era tanto el odio entre ellos, algo que aprecié en mis dos visitas a Ruanda, que no sé cómo están las cosas actualmente. Hago votos porque exista paz y concordia. Tampoco tengo idea de lo que ocurre en Burundi, donde hace cuatro años el Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial (CERD) de la ONU urgió a los gobernantes del país actuar de forma rápida y efectiva para proteger a su población civil.
Otra segregación existente es, con mucha fuerza en la actualidad, la religiosa. Varios países se mueven en la dirección de segregar a las poblaciones musulmanas en sus territorios. El más evidente ha sido el caso de Myanmar, cuya consejera de estado, Aung San Suu Kyi, receptora del premio Nobel de la Paz en 1991, ha adoptado una posición de negación con respecto a la segregación que sufre el pueblo de los Rohinyá, minoría musulmana en ese país. La segregación de los musulmanes se realiza muchas veces de forma encubierta y los gobernantes de los países que la practican callan las políticas que en realidad ellos aprueban.
La segregación política es otra forma de alejar a los adversarios que piensen distinto a lo que el gobierno hace. Esa es una forma de separar y limitar los derechos de ciudadanos, que nacidos en un mismo país, no gozan de iguales derechos por haber decidido residir en otros países, derecho previsto dentro de la Carta Magna de los Derechos Humanos. Aparte, a esos ciudadanos se les limita entrar en el territorio nacional o cuando se les permite, pueden estar tiempo limitado, no se les da derecho a votar en las elecciones que se organicen, así sean un fraude electoral, no se les permite opinar y votar respecto a nuevas leyes o constitución. Esta es una práctica nada democrática de los regímenes totalitarios, algunos con vestimentas de demócratas. Se trata de ganar un juego sin adversarios, ya que saben que no les asiste la razón, solo de esa forma se puede imponer el control absoluto.
Existen otras formas en las mismas sociedades llamadas democráticas. Existe la segregación horizontal, donde queda al descubierto como los hombres ocupan los mejores puestos en el orden laboral sobre las mujeres, incluso con manifiestas diferencias salariales. Está la segregación vertical, igualmente las mujeres siempre son minorías en puestos de dirección comparado con los hombres. Los altos niveles jerárquicos parecen solo destinados para los hombres. Estos tipos de segregación son una forma de explotación de género.
Por último y no menos visible es el caso con la segregación de homosexuales, los que pueden estar bien preparados profesionalmente para ocupar puestos distintos de trabajo, pero por ser como son, muchas veces son relegados.
El asunto es reconocer el problema existente y ver cómo abordarlos para su solución. El mundo debe cambiar, pero sin presión nada se logrará. La sociedad debe discutir y denunciar estas situaciones una y otra vez, ningún tipo de segregación es admisible. También es hora que la Comisión de los Derechos Humanos de la ONU haga su trabajo, el cual se ve obstaculizado por la presencia en la misma de entes de los regímenes totalitarios. La Comisión debe ser neutral y la selección de sus funcionarios debe ser misión de un grupo coordinador nombrado directamente por el Secretario General de la ONU, pero no a través de las cuotas de gobierno, ya que su imparcialidad nunca se lograría. La segregación racial, religiosa y política debe ser una de las tareas principales de esta comisión. Los problemas existen, las prácticas opresivas también y nadie las denuncia, ni las resuelve.
Escrito por Ricardo Labrada, 4 junio de 2020