La figura de Pablo Lafargue

“Sano de cuerpo y de espíritu, me mato antes de que la implacable vejez,
que me roba uno a uno los placeres y alegrías de la existencia y que me
despoja de mis facultades físicas e intelectuales, paralice mi energía y
rompa la voluntad y me convierta en una carga para mí y los demás.”
Nota dejada por Lafargue antes de su suicidio y el de su esposa Laura
26 noviembre de 1911, Draveil, Francia

Paul Lafargue y Laura Marx

Esta vez le toca el turno a la biografía de un cubano. Digo cubano, aunque el que suscribe no está seguro que así se sintiera este personaje célebre. Después de haber escarbado bastante en la biografía de Pablo Lafargue Armagnac en cubano o Paul Lafargue Armagnac en français, no he encontrado nada escrito por Lafargue sobre la tierra que lo vio nacer el 15 de enero de 1842 en la bella y folclórica Santiago de Cuba.

Nació en Cuba, hijo único en el seno de una familia de padre hacendado francés y de madre mestiza, cuyos abuelos maternos eran una india oriunda de Jamaica y un haitiano, llegado a la isla tras la revolución en la entonces isla de Saint-Domingue. Su padre también había abandonado Haití para continuar sus negocios de café en Cuba.

Así que Pablo en su niñez no sufrió necesidades de carácter material. Se dice que recibió instrucción primaria de la mano del también poeta y conspirador Francisco Muñoz del Monte.  

A mediados de 1851 François Lafargue, padre de Paul, y toda su familia partieron de Santiago de Cuba rumbo a Francia, concretamente a Burdeos, capital de Aquitania, tierra natal de François. Ese fue el adiós para siempre de Paul de la tierra que no lo vería más. Su madre escribió en ese momento que, Paul se llevaba la herencia de “la sangre de tres razas oprimidas” y también una conducta que nada tenía que ver con el estilo refinado europeo.

En Burdeos y Tolosa continuó sus estudios primarios-secundarios el niño y luego adolescente Paul, los que terminados le dieron la opción de estudiar medicina en la Universidad de París, cuyos estudios logró terminar. No obstante, convertido en médico, se dio cuenta que la política le atraía, era una época de revoluciones y no tardó en adherirse al movimiento del filósofo francés Pierre-Joseph Proudhon, iniciador del movimiento anarquista, el cual unió fuerzas con otros políticos como los rusos Mikhail Alexandrovich Bakunin, Piotr Alexeivich Kropotkin y el italiano Errico Gaetano María Pasquale Malatesta.

Ya antes de 1865 Lafargue se declara socialista, materialista y ateo, y comienza a colaborar en la revista “Rive Gauche” (Orilla de Izquierda). Fue en ese año que conoció al filósofo y economista alemán Carlos Marx en Londres. Lafargue se adhirió entonces a la I Internacional. Poco después fue nombrado miembro del Consejo de esa organización. En ese período fue que conoció a su media naranja, Laura, la segunda hija del matrimonio de Marx con Jenny von Westphalen. Esa relación no fue muy del gusto de Marx, quien llamó a Lafargue y le hizo saber que estaba en la obligación de reconsiderar su modo de hacerle la corte a su hija. Marx se oponía a los toqueteos u otras manifestaciones de cariño de Lafargue para su novia. Tampoco le agradaba Lafargue, a quien llamaba el Negro, por el color de su piel. Esto es algo recogido por varios autores e incluso algunos biógrafos, lo cual indica que Marx no era tan ideal como lo pintan los historiadores como Afanasiev. Tenía sus prejuicios y no pocos con respecto a las personas provenientes del mundo entonces colonizado.

Así y todo, cabe señalar que Lafargue era un hombre incansable, participante en múltiples actividades a favor de la causa del proletariado. De forma resumida:

  • Participante en la sección francesa de la “Asociación Internacional de Trabajadores” (AIT), que fuera conocida como la Primera Internacional) y miembro de su Consejo General.
  • Libre pensador, ingresó en la logia Masónica L´Avenir, algo contradictorio si se había declarado ateo. Es de suponer que su afiliación haya durado hasta que se unió a los políticos comunistas.
  • Se opuso al régimen de Napoleón III, por lo cual fue expulsado de Francia en 1865.
  • En 1870 Lafargue llegó a España, donde colaboró con el movimiento obrero español, y se convirtió en uno de los dirigentes socialistas del país. Junto a Laura, les hablaba a los obreros españoles sobre las ideas de Marx y Engels.
  • Juan José Morato, sin restarle mérito a Pablo Iglesias como fundador del PSOE, reconoció que el Partido Socialista debió su creación en buena medida a la labor inicial desplegada por Lafargue.
  • Traductor al francés de la obra magna de su suegro, “El Capital”, y Marx no dejó de criticarlo, ya que alegaba que Lafargue trataba de simplificar sus escritos con traducciones no fieles a todo lo que aparecía en texto. Lafargue hacía este trabajo en unión de Laura Marx, que conste.
  • De regreso en Francia, colaboró con los diarios L’Egalité Socialiste y L’Humanité.
  • Dirigió el Congreso de la II Internacional Socialista (1889).

En el tiempo de actividad política en España, el hijo de Lafargue y Laura, Etienne fallecía el 2 de julio de 1872, triste evento que aceleró la salida de la pareja franco-alemana de España de regreso a Francia. Retorno nada agradable, pues a la llegada a París, Paul fue arrestado por las autoridades locales. Liberado se dio a la tarea de la organización del Partido Obrero Francés conjuntamente con Jules Guesde, uno de los primeros dirigentes de ese partido.

A Lafarque se debe también la adopción del Primero de Mayo como día de los obreros, fecha adoptada en el Congreso de la Internacional Socialista de 1889.

Mucho de lo que pudo hacer Lafargue se debió a la fortuna heredada de su padre, la que un buen día terminó, por lo que Paul y Laura se vieron en la necesidad de vivir también del sostén dado por Federico Engels.

Aunque Lafargue hay que verlo como un activista muy dinámico del movimiento socialista del siglo XIX, él fue capaz de escribir algunas obras, entre ellas:

  • El socialismo y la conquista de los poderes públicos (1899)
  • El determinismo económico en Karl Marx (1909)

Sin embargo, su obra más famosa, quizá por ser la más atrevida, fue “Le droit a la paresse” o “El derecho a la pereza (1883)”. Vaya coincidencia, justamente concluida su escritura en el año de la muerte de su suegro, Carlos Marx. El que suscribe no cree haya entendido cabalmente lo que Lafargue deseaba manifestar después de leída esa obra. Es cierto que el ocio ha sido un lujo de las clases ricas, lo que les ha permitido estudiar y apreciar obras artes y teatrales, por lo que luchar por las ocho o menos horas de trabajo diario es una reivindicación para que los trabajadores puedan superarse. Al parecer, a Vladimir Ilich Lenin no le debe haber gustado mucho esa obra, ya que fue el líder bolchevique quien pronunció el principio socialista “El que no trabaja no come”.

Los diferentes críticos de “El derecho a la pereza” lo han visto a su manera. Unos hablan de hedonismo, sinónimo de búsqueda del placer y el bienestar en todos los ámbitos de la vida, otros de sátira del mundo laboral. Otros dicen que es el derecho, no a la vagancia, sino al ejercicio libre del culto a la ciencia, al arte y al entretenimiento. Muy bien todo, pero sin olvidar que el valor de un bien o servicio está determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producirlo, sobre lo cual Lafargue no escribió.

No se puede pretender tener confort y bienestar sin bienes de consumo, incluido los alimentos, por lo que sin trabajo no hay nada. Las masas han sido explotadas por el gran capital, de acuerdo, pero nadie puede prescindir de muchas cosas necesarias para la vida. La agricultura implica trabajo, a veces trabajo duro, pero sin ella no habría producción de alimentos. Así que la poesía es válida cuando el estómago está lleno y otras necesidades satisfechas también. Es posible que el título no haya sido el más adecuado, ya que su intención en todo caso fue denunciar la explotación a la que estaban sometidos miles de obreros en el mundo, con horarios prolongados de trabajo diario.

Otro aspecto que me llamó siempre la atención es saber que dijo Lafargue de la tierra que le vio nacer. Durante la segunda mitad del siglo XIX Cuba sufrió tres guerras, una reconcentración en 1896, entiéndase como bloqueo forzoso de los agricultores para así evitar ayudas de alimentos a los insurrectos cubanos, lo cual se tradujo en hambrunas y epidemias. Seguros todos estamos que Lafargue enterado estaba de lo que ocurría en Cuba, pero ni una palabra de su parte al respecto, nada.

Roa afirmó que Lafargue habló a favor de la independencia de los países de América del Sur: “El estado mayor capitalista que administra la riqueza nacional inmovilizada en los trusts y ferrocarriles, dirige la política; prepara una federación panamericana, reverso agresivo de la doctrina Monroe, y fuerza al gobierno de Estados Unidos a transformarse en protector de las naciones de América del Sur para acaparar sus mercados en detrimento de la industria europea y a negar la tradicional política pacifista para lanzarse en el camino del imperialismo, a la conquista de colonias y despensas.”

De acuerdo, pero ¿era tan difícil hacer un paréntesis y hablar de las miserias en su tierra natal? ¿Hablar de los miles de cubanos que se lanzaron al campo de batalla por la independencia de su país? Cabrera Peña menciona un hecho que lo dice todo. Un grupo de revolucionarios cubanos se le acercó a Lafargue para solicitar de él su apoyo a la causa independentista cubana. La respuesta fue: “Una huelga en Francia vale más que todas las guerras cubanas.

El último hecho fue el suicidio de él junto a Laura. Cada persona es un mundo y hay veces que existen condiciones que obligan a tomar decisiones difíciles o la más difícil, lo es la muerte. Es cierto que ellos estaban pasando por una difícil situación económica, pero como ellos había miles de obreros en todo el mundo en situaciones muy adversas. ¿Qué mensaje se le trasmite a la clase oprimida cuando sus consejeros se suicidan? La vejez es un tesoro en la vida de cualquier ser humano, se afrontan problemas, es cierto, pero no es para darla como una justificación.

Fueron al cine y al regreso Paul inyectó ácido cianhídrico en el cuerpo de Laura y en el suyo. Hay quien afirma que lo tomaron en un té azucarado. Dejaron una nota para la repartición de los pocos bienes dejados, algún alimento para su perro, parte de lo que escribió aparece al inicio de este escrito.

La incineración de Paul y Laura tuvo lugar en el cementerio Pere-Lachaise el 3 de diciembre de 1911, a la cual asistieron figuras como Édouard Vaillant, Jules Guesde, Jean Jaurès, Karl Kautsky, Alexandra Kollontaï, y Vladimir Ilich Lenin y su esposa Nadia Krupskaya.  

A pesar que Lenin habló favorablemente en la ceremonia de incineración de los restos de la pareja Lafargue-Marx, después el líder bolchevique escribió: “Si puede en lo que sea, ser útil todavía a la clase obrera, por ejemplo, escribir, aunque no sea más que un artículo o llamamiento, no tiene derecho a suicidarse.” El estalinismo, por su parte, se encargó de esconder su obra “El derecho a la pereza”, prácticamente quemarla y desaparecerla de la vista de los ciudadanos soviéticos y luego de aquellos en las llamadas democracias populares. No obstante, ese empeño fue infructuoso y recuperado por otros pensadores en el mundo occidental.

En resumen, Paul Lafargue fue un personaje sumamente dinámico dentro del movimiento socialista del siglo XIX e inicios del XX, capaz de promover y concretar la organización de sindicatos, agrupaciones progresistas, partidos de izquierda. No era un teórico destacado, lo que no significa que no tuviera ideas propias, las que incluso podían diferir de las que poseía su suegro, Carlos Marx. Era más que todo un activista de primer orden. No es de creer que se haya preocupado por Cuba, no hay nada que así lo demuestre. Lafargue se sentía ante todo francés y luego, como nacido en una colonia española, como español. Por lo tanto, no es para que se pinte a Lafargue como patriota cubano, todo lo que se diga al respecto es parte de un mito, lejos de la realidad. Así y todo, merece ser recordado por los socialistas del mundo actual por sus distintos aportes a la causa que él abrazó.  

Fuentes consultadas

Cabrera Peña M. (s/a). “Martí y Lenin”, y un mulato cubano entre los Marx. Miradas Paralelas. https://www.angelfire.com/planet/islas/Spanish/v6n18-pdfs/71-75.pdf

Castro Jiménez J.A. (s/a). Lafargue, Paul (1842-1911). La web de las biografías. http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=lafargue-paul

Gutiérrez Álvarez Pepe. 2012. La muerte escogida de Paul Lafargue y Laura Marx. Kaos en la red, 13 Oct. https://rebelion.org/la-muerte-escogida-de-paul-lafargue-y-laura-marx/

Lafargue P. 2008. El derecho a la pereza. Marxists Internet Archive, pp 24.  

Lima Lioman. 2018. Paul Lafargue, el yerno cubano de Karl Marx que defendía «el derecho a la pereza». BBC news, 5 mayo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-43970659

Moreno V. et al. 2009. Biografía de Paul Lafargue. Buscabiografias.com. https://www.buscabiografias.com/biografia/verDetalle/5666/Paul%20Lafargue

Muñoz Vadillo Julián. 2017. Bajo el influjo de un italiano y un francés. Dialnet No. 37, pp 175-203. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=6228678

Roa R. s/a. Evocación de Pablo Lafargue. http://files.sld.cu/digitalizacion-bmn/files/2018/06/0045-9178197300580001.pdf 

Suárez García A. 2017. Pablo Lafargue: el yerno de Carlos Marx. 5 Septiembre, 26 Nov. http://www.5septiembre.cu/pablo-lafargue-yerno-cubano-karl-marx/

Escrito por Ricardo Labrada, 2 diciembre de 2020

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