“El amor jamás golpea”
Laura Iglesia San Martín
(1969, periodista española)
Este filme de producción francesa, cuyo título en español viene a ser “Jacqueline Sauvage, fue él o yo”, está basado en la vida real de Jacqueline Sauvage, esposa, madre, trabajadora en el negocio de familia y en su casa, sencillamente un verdadero soporte sentimental y material para toda su familia.
El defecto de Jacqueline fue el de haberse casado, cuando aún no tenía 18 años, con otro joven, el que con el tiempo sufrió una metamorfosis para convertirse más en una bestia que un ser humano. Ese marido era muy buscador en la vida, con Jacqueline crearon una familia de 3 hijas y un hijo, pero era bebedor, padecía de celos por cualquier tontería y ya ebrio se volvía agresivo al extremo que no escatimaba puñetazos y patadas para su mujer. Con el tiempo comenzó a ver a los hijos como ajenas a su vida, pero apetecibles, hablo de sus hijas, para sus deseos.
Jacqueline fue una heroína al soportar a ese ogro 47 años, ya harta después de otra paliza de su marido, tomó un rifle y le disparó tres veces por la espalda para así ponerle fin a esa fatalidad. Acorde con sus principios, no dudó en llamar a la policía y entregarse por el “delito” cometido.
El valor de la película no radica en poner en evidencia el maltrato que sufrieron Jacqueline y sus hijos por parte del marido/padre, sino de las vicisitudes que tuvo por delante en juicios, donde la justicia no se diferenciaba mucho de la existente en la época de Luis XVI. El hecho o el ajusticiamiento ocurrió en pleno nuevo milenio, el 10 de setiembre de 2012 en un pueblo de Francia, nada de París o Lyon, donde esto puede suceder y pasar inadvertido. Es un pueblo donde todos se conocen y todos sabían de la violencia de Norbert Marot, el esposo de Jacqueline, no tan solo con la familia, sino también con el vecindario.
Si no hay legítima defensa es un hecho con premeditación, lo cual es sancionable. Nada importaba lo que hubiera hecho Marot, él era en ese final de su vida el inocente, la víctima sea para el fiscal como los jueces. Seguramente no habrá faltado quién haya acusado a Jacqueline de violencia de género, pero la razón por alguna vía suele imponerse, por lo que unas abogadas con apellidos italianos (Tomasini y Bonagiunta) junto a las hijas de Jacqueline se encargaron de remover cuanta tierra fue necesario en pro de la absolución de Jacqueline, la que podrán saber cómo cuando vean el filme.
Realmente los diálogos son muy coherentes y dejan preguntas no siempre aptas para responder. El razonamiento de los jueces y fiscal a veces da la sensación que se trata de torturadores sin instrumentos. Son tanto los prejuicios de la parte legal, que uno debe admitir que la justicia en esos casos es muy imperfecta cuando la parte humana no es vista en toda su dimensión y se aplica un código de reglas que parece bastante a una simple suma aritmética.
El filme es del 2018, el que contó con la dirección de Yves Rénier, conocido por la realización del serial “Commisaire Moulin ((1976-2007)”, con guion compartido por la misma Jacqueline, y las abogadas Nathalie Tomasini y Janine Bonagiunta, mientras que el reparto estuvo encabezado por Muriel Robin como Jacqueline y Olivier Marchal como Norbert Marot, además de otros actrices y actores que le dieron colorido a la película.
La película pone en evidencia un problema que afecta seriamente a los llamados países del primer mundo, como es la violencia de género y el abuso a la mujer en general, algo aún no superado y en lo que las sociedades europeas deben hacer mayor énfasis. Un detalle que llama la atención fue cuando le preguntan a Jacqueline la causa para no denunciar a Norbert desde un inicio de su violencia, y ella responde que al principio lo vio como algo normal, ya que su padre hacía lo mismo con su madre. Al dilema de Jacqueline, como el de otras mujeres, se le llama en la actualidad síndrome de la mujer maltratada.
Escrito por Esteban Hernández, 4 mayo de 2021, con información consultada en IMDB.com