“El hombre ama la libertad, aunque no sepa que la ama, y
anda empujado de ella y huyendo de donde no la hay.”
José Martí
En estos días se han destapado algunas manifestaciones sobre el concepto de libertad. De forma sumamente vulgar y grosera, oí decir que era hacer lo que a uno le da la gana. Para reír, ya que por libertad se entiende la facultad y derecho de las personas para elegir de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad. De hecho, es un derecho básico y que está actualmente sustentado por la carta universal de los derechos humanos. Recalco, de manera responsable, pues todo lo contrario sería relajo y anarquía. Si lo dice uno por la calle, no pasa nada, pero si lo dice uno de más arriba, con cargos importantes, entonces es para preocuparse.
De siempre me ha gustado una definición de José Martí sobre la libertad:
Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresia….Un hombre que obedece a un mal gobierno, no es un hombre honrado.
La amplitud de la definición martiana es tal que toca el meollo del asunto, incluyendo a los miles que practican la hipocresía y la doble moral.
Cuando un pueblo se lanza a la calle pidiendo libertad es porque no la tiene, es porque ya no tiene más paciencia para tolerar los desmanes de los que gobiernan. Si lo dice una sola persona no tiene importancia, pero cuando son miles de personas y en distintos lugares de un país, es para preocuparse.
Peor aún es cuando a esas personas se les niega el derecho a manifestarse contra lo que se esté haciendo mal y se les maltrata, se les detiene y se les hace causa penal sin argumento. Una violación clara del artículo 9 de la carta ya mencionada:
Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.
Si la persona ha utilizado una forma agresiva, es de analizar, pero por manifestar su criterio por descontento, no tiene porqué ser detenido ni procesado. Lo contrario es una violación evidente del artículo 18:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Libertad de pensamiento y expresión, no entender estas cosas, es no querer entender la naturaleza del ser humano. Querer uniformar el criterio de las personas a una sola ideología suena igual que a los cerdos de George Orville en “Rebelión en las granjas”. Biológicamente toda población tiene sus características y no todos piensan igual. El cerebro de uno no es igual al del otro, unos coinciden, otros no. Eso se ha resuelto con eso que se llama democracia y pluripartidismo, términos que causan pánico en las filas de muchos jacobinos, lo que no tienen nada de malsano.
Cuando a una población se le impone una doctrina, así esta sea improductiva, y se le niega sus derechos elementales es porque estamos en presencia de una dictadura. ¿Es tan difícil pronunciar esa palabra? ¿Es tan difícil admitir la verdad? Da mucho que pensar cuando los políticos de este mundo eluden esa responsabilidad, o sea la de no apoyar a un pueblo en desgracia y sí condenar los excesos de los que gobiernan. Además, se pone en duda todo lo que pueden haber hablado de las dictaduras que hayan sufrido. Los españoles y los chilenos tuvieron dictaduras como las de Franco y Pinochet, las que fueron enfrentadas por muchos hombres de otras nacionalidades, pero muy penoso que la memoria histórica desaparezca y que ese apoyo no exista cuando otros pueblos así lo reclaman.
Patriota se es de su país, patriota se es de todo el mundo. Lo que uno no quiera para su país, no puede hacerse el bizco cuando a otras naciones les afecta. Una doctrina o una orientación política no puede ser definitiva para aquellos que dicen luchar por la justicia. Si Hitler, Mussolini o Franco fueron sátrapas, nadie puede hacer una omisión con el caso de Stalin y sus famosos Gulags, así como todo aquello que se ha derivado de la política nefasta del estalinismo en este mundo.
Con esto basta, a buen entendedor pocas palabras son suficientes, los hechos están ahí, no voy a repetirlo, son recientes y evidentes. A esos que se llaman progresistas, es toda una vergüenza apoyar sea en silencio o en alta voz a una dictadura, por lo que, llegado al caso, son tan retrógrados como los más ultraconservadores. El que un régimen se declare partidario de una ideología, no quiere decir que así lo sea. Les recuerdo a todos esos neojacobinos que Siad Barre en Somalia se declaraba socialista, y ya hemos visto el desastre que dejó, el que dura hasta nuestros días. Ni que hablar de los salvajes Khmer rojos en Cambodia, los que aniquilaron a millones de personas en nombre del Marxismo-leninismo. Recapaciten, piensen como lo que dicen ser, pero no hagan el papel de curas de la mismísima inquisición. Ser progre significa luchar con todas las fuerzas por la verdadera libertad, la democracia, contra todo tipo de dictadura.
Para finalizar, otro profundo pensamiento de Martí: “Con ser hombres, traemos a la vida el principio de la libertad; y con ser inteligentes, tenemos el deber de realizarla”. Seamos inteligentes entonces.
Escrito por Ricardo Labrada, 3 setiembre de 2021