La figura de Francisco de Arango y Parreño

El más grande de los habaneros y el más leal de los españoles.
Anastasio Carrillo y Arango, Sociedad Patriótica de la Habana

Por Ricardo Labrada

Cuando uno lee la historia de este mundo se puede dar cuenta que los hombres pueden tener ideas, las que son susceptibles de cambiar con el tiempo, algo muy normal. Enseñar el cuento de los buenos y malos, o el de los cowboys e indios es simplista, y lo único que conduce es al analfabetismo cultural de la población.

En este blog hemos analizado varios personajes célebres y algunos tristemente célebres. En esta oportunidad y como continuación del artículo sobre Luis de las Casas, el personaje es la del habanero Francisco de Arango y Parreño, un destacado político, economista y abogado, quien dio impulso al desarrollo económico de su país a finales del siglo XVIII e inicios del XIX.

Cuando se va a Wikipedia uno encuentra a Arango y Parreño como español, lógico, era de familia con ascendencia asturiana. En época de la colonia, todos los cubanos eran españoles. Sin embargo, Arango y Parreño siempre demostró un interés muy en particular por su país natal, y no de palabras, sino con hechos concretos. A su vez, fue siempre fiel a la corona de los borbones.

Nacido el 22 de mayo de 1765 en la Habana, en el seno de una familia acaudalada, nada de pobreza, siempre mostró un interés especial por los estudios, y esa superación le llevó a estudiar humanidades en el famoso Seminario de San Carlos, ubicado en la calle San Ignacio e/ Empedrado y Chacón en la Habana Vieja. Ya en ese momento Arango y Parreño se vio obligado a administrar los recursos de su familia. Posteriormente estudió leyes en la Universidad de la Habana, conocimientos que puso en práctica casi inmediatamente después de graduarse en un pleito de su familia con otras en Santo Domingo, en el cual logró una sentencia a su favor.  

La corona española notó la inteligencia y habilidad de Arango y Parreño, hombre muy respetado por todos los hacendados del país, y gracias a su gestión el monarca Carlos III autorizó la libre entrada de esclavos en Cuba a inicios de 1789. Sí, Arango y Parreño ponía la fuerza de los esclavos como una condición para el nuevo desarrollo de la economía del país, empeñado en el fomento de la industria azucarera. Debemos admitir que fue inicialmente un esclavista, pero estas posiciones hay que verlas en el momento que vivía Cuba y su evolución posterior.

La entrada libre de esclavos en Cuba era, por supuesto, disponer de una fuerza de trabajo barata, pero en la medida que esta introducción fue creciendo, su población aumentaba en el país, y esos negros sometidos a condiciones inhumanas en la mayoría de los casos, bien podrían organizar rebeliones como las que ocurrieron en Haití, que culminaron con la independencia de este país antillano el 22 de agosto de 1791.

Arango y Parreño se dio cuenta que esa situación había que enmendarla, reducir la entrada de esclavos y estimular el trabajo agrícola con parte de la población blanca existente, algo en lo que concordaba con Luis de las Casas.

Hay que añadir que el siglo XIX fue el momento de la madurez del sistema capitalista, el cual venía ya sustituyendo a las normas anacrónicas del feudalismo en Inglaterra, y otras partes de Europa y Norteamérica. Arango y Parreño pudo darse cuenta del cambio, era un lector asiduo, por lo que, en sus funciones como Apoderado del Ayuntamiento de la Habana, se dio a la tarea de eliminar las limitantes existentes para el comercio con el extranjero, entiéndase con los EE.UU., país que se convirtió de inmediato en el mayor importador de azúcar y café de Cuba. Otra faena era abrir más mercados para la producción nacional y su exportación.

En su obra “Discurso sobre la Agricultura de La Habana y Medios de Fomentarla” de 1792, Arango y Parreño describió con meridiana claridad su proyecto de desarrollo, a la vez que describía el nivel de desarrollo entonces de Cuba debido a la política colonial española prevalente en la Isla. Las propuestas de desarrollo fueron bien acogidas por el Primer Ministro de la metrópoli colonial, Manuel Godoy, el que con decreto facilitó la ejecución de la mayoría.

El deseo de Arango y Parreño de desarrollar una sociedad capitalista en Cuba chocaba con el escaso desarrollo industrial del país, la misma entrada masiva de esclavos que él propició y otras trabas de parte de la corona española.

Existe una obra que perduró por siglos en Cuba y fue la creación de la Sociedad de Amigos del País en diciembre de 1792, la cual tenía como funciones iniciales la de apoyar el crecimiento de la economía, la cultura, la educación y la sociedad cubana. Esta sociedad, la que cambió varias veces de nombre, tuvo como su primer director a Arango y Parreño. El que suscribe recuerda la biblioteca de esta sociedad, ya que su abuela era una lectora permanente de las obras existentes. La sociedad, la que conocí en mi niñez, perduró hasta 1959.

Arango y Parreño fundó el Consulado de Agricultura y Comercio en 1795, el que más tarde pasó a llamarse Junta de Fomento, el que se ocupó de recomendar las medidas más convenientes para el desarrollo del país. El consulado estaba integrado por miembros por dos años, eran comerciantes y hacendados elegidos al azar. Continuó escribiendo obras de indudable valor para la economía del país, entre ellas “La agricultura en Cuba y medios de fomentarla”, “Informe al Rey sobre la condición de los esclavos en Cuba” o “Estudio sobre los males y remedios que en la isla de Cuba tiene el ramo de tabacos”.

Ahora, debemos detenernos en el asunto de la esclavitud y como el pensamiento de Arango y Parreño evolucionó al respecto. El notable pensador se dio cuenta que un maltrato continuo a los esclavos se reflejaba en la disminución natural de su población, por lo que era necesario tratarlos de manera que fueran bien alimentados, así saludables podrían continuar su explotación, incluso de manera pacífica y no inhumana. No todos los hacendados cubanos oyeron sus planteamientos, algunos los rechazaron.

Arango y Parreño le daba mucha importancia a la esperanza de vida de los esclavos y las relaciones sexuales que debían ellos tener como seres humanos. Para ese empeño planteó que un tercio de los esclavos debía ser femenino. Para estimular esa introducción, previó la exención de derechos de aduanas para las mujeres negras introducidas, mientras que la de cada hombre era entonces de seis pesos. La medida buscaba la procreación local de esa población y así reducir la introducción, algo que en 1817 ya era ilegal, aunque España y Portugal tenían muchos negreros fuera de la ley internacional. De hecho, Arango y Parreño no se planteaba entonces abolir la esclavitud, pero sí humanizar el trato de los esclavos.

No satisfecho con sus planteamientos, Arango y Parreño escribió al rey de España, Fernando VII, en misiva que solicitaba la prohibición del tráfico negrero y la promoción del buen tratamiento de los esclavos.  

Fue un proceso difícil, el que evolucionó con los planteamientos del médico francés Honorat Bernard de Chateausalins, el que trabajó en Cuba desde la segunda década del siglo XIX, así como el proyecto de trato a los esclavos del criollo Andrés de Zayas en 1836. Sin embargo, la semilla, por un lado, del desarrollo económico de Cuba con la introducción libre de esclavos y de nuevas formas de producción, y, por otro, el de un trato más humano a los esclavos a fin elevar su esperanza de vida y a su vez mantener una producción estable en el país, fueron ideas/proyectos de Arango y Parreño.  

En el orden personal, Arango y Parreño se casó con Rita Quesada, una cuñada de uno de sus primos, en 1816. Esto hace suponer que para el habanero su vida en buena parte fue para sus proyectos, ya que tardó 51 años para contraer nupcias.

Aparte de sus actividades en Cuba, pudo viajar varias veces a España, algunos países de Europa y colonias de España. La corona confiaba bastante en Arango y Parreño, por lo que fue nombrado ministro del Supremo Consejo de Indias y de la Junta Real para la Pacificación de las Américas en 1816. Se sabía que él era un modesto autonomista, liberal y a favor de que los cubanos tuvieran los mismos derechos que los peninsulares, por lo que es posible que su designación haya tenido más que ver con su forma de pensar que con los logros alcanzados en Cuba.

Por sus méritos y obra, el ilustre habanero recibió, por real decreto de la reina gobernadora María Cristina de Borbón, en 1834, el título de marqués de la Gratitud. Falleció el 21 de marzo de 1837 en la ciudad que lo vio nacer, la Habana.

Fuentes

Ghorbal Karim. 2009. La política llamada del “buen tratamiento”: reformismo criollo y reacción esclavista en Cuba (1789-1845). Nuevo Mundo. https://journals.openedition.org/nuevomundo/57872?lang=fr#tocto2n10. https://doi.org/10.4000/nuevomundo.57872.

González Ripoll Navarro, Ma. Dolores. 2001. Vínculos y redes de poder entre Madrid y la Habana: Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), ideólogo y mediador. Revista de Indias vol. LXI, No. 222, pp. 291-305. http://digital.csic.es/bitstream/10261/15113/1/557.pdf

Portuondo Fernando. 1965. Historia de Cuba 1492-1898. Editorial Pueblo y Educación, pp. 226-232. 

Urbay José E. 2014. Francisco de Arango y Parreño. Cuba y su historia., 19 setiembre. https://cubaysuhistoria.wordpress.com/2014/09/19/francisco-de-arango-y-parreno/

20 junio de 2022

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