“Adolf Hitler no tenía escrúpulos. Sus simples y efectivas reglas eran: jamás admitir un fallo o un error, no reconocer algo bueno en el enemigo, no dejar lugar a alternativas, nunca aceptar culpas, concentrarse en un enemigo cada vez y culparlo de todo lo que estaba mal”
Blanca Miosi, escritora peruana
“He querido asimismo dar a estas páginas un relato de mi propia evolución en la medida necesaria a la mejor comprensión del libro y también destruir al mismo tiempo las tendenciosas leyendas sobre mi persona propagadas por la prensa judía.
Al escribir esta obra no me dirijo a los extraños, sino a aquellos que adheridos de corazón al movimiento, ansían penetrar más hondamente la ideología nacionalsocialista.
Bien sé que la viva voz gana más fácilmente las voluntades que la palabra escrita y que asimismo el progreso de todo movimiento trascendental se debió generalmente en el mundo más a grandes oradores que a grandes escritores”.
Así comienza el prologo escrito por el mismo Adolfo Hitler en su libro llamado Mein Kampf (Mi Lucha). Como se observará, lo escrito está lleno de sentimentalismo, aparece como víctima de los judíos, cuando los judíos fueron sus víctimas. Muy decididamente indica que lo que escribió no va dirigido a todo el mundo, es sólo para aquellos que lo quieran a él, aquellos que quieren hondamente penetrar en la locura nazi.
Leerse un panfleto como este, es lo más aburrido del mundo, cualquiera lo puede hacer por curiosidad, como fue mi caso, y no completo que conste, pero que nadie piense que se leerá una obra magna, es realmente un escrito impregnado de odio, el más visceral que uno pueda leer. Para Hitler todo lo que fuera judío apestaba, y olvidaba que más de 40 mil judíos combatieron en el ejército alemán durante la I Guerra Mundial, muchos de ellos cayeron en combate, otros quedaron lisiados e hicieron mucho más que gente de raza aria como él mismo se presentaba.
Para todo empleaba la tesis del peligro judío, pura envidia a mi entender. Los judíos son muy emprendedores, lo mismo da que sean los sefarditas de la época de los reyes católicos o los judíos de después o ahora, siempre han sido emprendedores y avezados en economía. Es muy posible que eso no le cuadrara a un ente con ansias extremas de poder como Hitler.
El panfleto ataca indistintamente al liberalismo y al comunismo, así que ni con Dios, ni con el Diablo. De hecho preparaba su programa para luego atacar y ocupar en Europa por doquier. Era una forma sutil de fundamentar su enfermizo militarismo.
Hitler no era un hombre de esa gran cultura, en su juventud había intentado convertirse en pintor y logró algunas obras aceptables. Para su Mein Kampf usó como fuente principal el libro “El judío internacional: el primer problema del mundo”, publicado en 1920, del empresario y financiero norteamericano Henry Ford. Los legados de Friedrich Nietzsche no podían faltar, quien afirmaba que el superhombre o Übermensch es una persona capaz de generar su propio sistema de valores tomando como útil todo lo que se deriva de su genuina voluntad de poder. Lógicamente, el Übermensch no era otro en este caso que Hitler.
Mein Kampf fue escrito en 1924 cuando Hitler cumplía condena de 5 años en la prisión de Landsberg por haber llevado a cabo el infructuoso golpe de Múnich. En realidad sólo cumplió nueve meses. Allí junto a Rudolf Hess, quien hizo el papel de copista, se escribió el panfleto. A su vez, Hitler desde la prisión comenzó a crear un importante movimiento de masas para poder llegar al poder. Son historias que se repiten, donde se usan falsos argumentos y luego el populismo para poder gobernar per saecula saeculorum.
Para recordar, el golpe o Putsch de Múnich fue un ataque a una cervecería en esa ciudad alemana perpetrado por cientos de miembros del llamado Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán, entiéndase como nazis, que se efectuó entre el 8 y 9 de noviembre de 1923, cuyo objetivo era el de provocar un golpe de estado. Hitler y Hess entre otros, fueron condenados, pero las condiciones en prisión tenían un trato preferencial. Allí recibían visitas y todo lo que les fuera necesario.
El pasado abril de 2015 Mein Kampf pasó a dominio público, no más protección de propiedad intelectual, pero de buenas a primeras, 70 años después de terminada la II Guerra Mundial, se comenzó a hablar de re-editarlo. Se publicaría como una edición crítica con más de 3 500 notas de un grupo de historiadores. La idea no es mala, sobre todo para los curiosos. Conocer la historia de primera mano y disponer de análisis crítico de especialistas de la materia, es algo realmente útil. Aunque como dijeran De Querol y Doncel (2015), el panfleto viene cuajado de argumentos pseudocientíficos o pseudo-históricos que no resisten un análisis serio.
Lo que si me resulta difícil de entender es la decisión de las autoridades alemanas de que la nueva versión de Mein Kampf deba estudiarse en las escuelas del país. Esa intención fue declarada por la ministra de Cultura alemana, la cristianodemócrata Jahanna Wanka, en una entrevista que publica el diario Passauer Neue Presse. La funcionaria declaró a estos efectos: «Los estudiantes también tendrán dudas y es bueno que éstas salgan en clase y se pueda hablar sobre el tema». Igualmente habló que el libro ayudará a que los mensajes de Hitler no queden sin réplica.
Bien, no creo que los estudiantes alemanes ni de ninguna otra parte del mundo necesiten estudiar este panfleto. Si alguien tiene curiosidad en leerlo, que lo haga, está en todo su derecho. Es muy posible que pasado el primer tercio de libro se rinda y se dedique a otra cosa. Pero cuidado con aquellos que tienen ideas extremas, aquellos que ven sus problemas económicos en Europa producto de la inmigración de turcos, árabes y africanos entre otros.
Europa se ha visto invadida actualmente por miles de refugiados sirios, y para que las cosas marchen como deben ser, hay que hacer mucha propaganda de cómo ayudarlos cuando lleguen a estas tierras, cómo lograr encaminarlos, cómo hacer una obra realmente de humanidad. Alemania es actualmente un país que ha recibido una buena cuota de refugiados, personalmente no creo que Mein Kampf en escuelas ayude a que esa obra de humanidad camine debidamente. Lo que se da en escuela casi siempre se asimila así sea parcialmente. Mejor sería enseñar sobre la obra de María Teresa de Calcuta, y de otros hombres y mujeres ejemplares, pero no divulgar la obra de un demente político, cuyas ideas llevaron a millones de personas de este mundo al sufrimiento y a la muerte.
¿Qué Uds. creen? ¿Vale acaso la pena enseñarlo en escuelas?
Bibliografía consultada
Anon ¿Mein Kampf en las escuelas? Eldiario.es. http://www.eldiario.es/cultura/Gobierno-positiva-Mein-Kampf-escuelas_0_466153434.html
De Querol Ricardo y Doncel Luis. 2015. Desmontando el ‘Mein Kampf’ (sin silenciarlo). El País, 14 dic. http://cultura.elpais.com/cultura/2015/12/09/babelia/1449658524_828052.html
Hitler A. Mein Kampf (en español), edición disponible en internet.
Escrito por Ricardo Labrada (4 enero 2015)
No veo del todo erróneo usar el libro siempre y cuando se haga desde un punto de vista negativo y como un referente a no seguir. En edades tan delicadas como puede ser la adolescencia en el que la personalidad de muchos jóvenes se están formando es un peligro. Si el profesor en cuestión no tiene plena capacidad de orientación hacia los jóvenes dicha maniobra puede no salir bien y provocar el efecto contrario, es decir, alentar a esos nuevos cerebros a empatizar con un sistema ideológico y político ya rechazado moralmente. Por así decirlo puede resultar ser un arma de doble filo.
Sin embargo estoy de acuerdo en que sería mucho más productivo y seguro incorporar al temario escolástico otros libros cuyo contenido ideológico se tienen hoy en día como ejemplos de humanidad, caridad y valentía.
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Muy buen punto el de este artículo. Pienso que en la época en la que estamos viviendo. protagonista de inmigraciones y emigraciones de poblaciones y etnias víctimas de guerras, de hambruna y carencia de recursos básicos. Poblaciones que dejan su madre patria en busca de un bienestar hacia lo desconocido o hacia aquello que oyeron mencionar como el mundo de la riqueza, sería descabellado obligar a leer panfletos de este tipo que evocan al racismo, avalan la superioridad de unas naciones sobre otras, que apuntan al «nuevo» o «diferente» como amenaza para la sociedad. Si de cultura se trata obliguemos a estudiar a personajes como Gandhi, citemos a Martin Luther King y a muchos otros que en la historia han sido ejemplos de integración, de paz y conciliación. La historia ya está escrita y Hitler y su panfleto pertenecen sin duda a ella, pero creo que precisamente a él no le podemos agradecer los grandes derechos y avances sociales de la humanidad. Eduquemos a la nueva generación en base a nombres esenciales para la sabiduría y la acción humana a niveles más coherentes con el mundo de hoy.
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