“Si no tenemos policías, jueces, abogados, fiscales, honestos,
valerosos y eficientes; si se rinden al crimen y a la corrupción,
están condenando al país a la ignominia más desesperante y atroz.”
Javier Sicilia (1956, periodista y poeta mexicano)
Se trata de una cinta de acción y crimen, del director Ruben Fleischer, con trama escrita por Paul Lieberman, de la cual es positivo hacer una abstracción de las escenas de violencia que no faltan, y reflexionar sobre varios aspectos, probablemente de actualidad.
El malvado de la peli es un personaje real, un mafioso asqueroso, de nombre Mickey Cohen, apellido muy judío, hombre que fuera boxeador y luego entrara en el mundo de la perversión, incluida la prostitución, la droga y el alcohol de la mano de un experto como Al Capone en Chicago.
Con el tiempo Cohen se las arregló para convertirse en el Capone de Los Ángeles. Su poder fue casi absoluto en esa ciudad, ya que políticos, fiscales, policía y negociantes de todo tipo se subordinaban a su palabra. La corrupción llegó a extremos insostenibles, los legales angelinos usaban la constitución estadounidense para ir al baño y limpiarse con la misma.
Veía la peli por segunda vez y surgía una pregunta: ¿cuántos Mickey Cohen existen actualmente en el mundo? Una ciudad no es nada, el poder de estos hombres es como el patógeno que se disemina por todo un país hasta llegar a dominarlo. Hay muchas tiranías abiertas y encubiertas en el mundo, esos son los primeros Cohen, en territorios donde las constituciones son puras fachadas o instrumentos para dominar a toda la población. Esos tiranos surgen de la carencia de democracia, algunos hasta elegidos en las urnas, cuyas votaciones son usualmente fraudulentas. Así aparecen presidentes que duran décadas en el poder, los que hacen y deshacen, narcotrafican, se apoderan de los recursos disponibles y su obra poco favorece al bienestar del pueblo.
El problema es peor en aquellos países donde hay una constitución bien establecida y los poderes claramente independientes, que cuando surge un Mickey Cohen a nivel nacional se convierte en una debacle. Esos individuos tienen un vocabulario populista y demagógico, ofrecen villas y castillas, al final sólo se benefician los de la cúpula gobernante. Peor aún es cuando el Mickey Cohen se hace del poder en una potencia nuclear y las claves de los botones para detonar las bombas y cohetes están en sus manos. En ese caso, ese Cohen no respeta constitución, ni a los otros poderes, suele reunir a su alrededor a verdaderos “guatacas”, hombres que alaban todo lo adverso que realiza su amo y termina dividiendo a un país peligrosamente. Si ese Cohen no respeta a sus aliados y entra en arreglos con su verdadero enemigo externo, entonces la democracia corre riesgos impensables, que de no corregirse a tiempo pueden terminar devastando la economía, y el estado de bienestar de esa nación y de parte del mundo.
Sean Penn interpreta muy bien el papel de Mickey Cohen, cuyo nombre real era Meyer Harris. Lo mismo se puede decir de los actores encarnando el papel de sus secuaces en Los Ángeles, mientras Josh Brolin era el bueno e implacable enemigo de Cohen, con una interpretación muy convincente, lo mismo que su aliado, el joven Ryan Gosling, y el veterano Nick Nolte.
Si desea ver este film, olvídese de las escenas de violencia y concéntrese en todo lo que Cohen llegó a tener y dominar, cómo a él subordinaba la justicia a su voluntad, la que al final terminaba en atropellos con la población. Esos Cohen, usualmente narcisistas e incapaces de hacer algo correctamente, siempre hablan de progreso cuando lo que aportan es crimen y pánico. Las tiranías del mundo con mafiosos eternos deben desaparecer, las democracias existentes deben evitar con todos los medios posibles la aparición de semejantes monstruos.
Escrito por Esteban Hernández, el 29 octubre de 2019, con información consultada en IMDB.com y Wikipedia.com