Nadie tiene el monopolio del sufrimiento.”
Dicho por el abogado acusador en el filme

Sencillamente estupendo, interesante, instructivo, todos los calificativos positivos que se puedan dar a un filme como este. No, no piensen que es made in Hollywood, nada de eso, se filmó en el Líbano con actores y director árabes, cuya trama muestra una realidad que en Occidente no se conoce mucho, la discriminación de los palestinos en el país ya mencionado.
Ah, pero la historia está ahí y los palestinos no es que hayan andado con pañitos calientes con los cristianos falangistas libaneses. No, la tercera ley de Newton se demuestra, a una fuerza, otra fuerza. El director-guionista libanés Ziad Doueiri tuvo la idea de presentar una trama a partir de un hecho, a criterio personal, insignificante, a partir del cual el agua fue calentando y luego hirviendo, para terminar en la tragedia de un juicio.
Durante el proceso legal afloran las diferencias de los distintos grupos, los simpatizantes cristianos, muchos de ellos orientados por entes falangistas, y del otro los refugiados palestinos, que más parecían mexicanos ilegales en California, que árabes en un país hermano.
Hay mucha historia, con otros entes fuera siempre listos para dividir y usar ese odio a su favor, los que no se ven en el filme, pero se hace alusión a ellos. Son los mismos que han invadido y ocupado al Líbano varias veces.
Entre esos bandos existe un rechazo enorme, difícil de eliminar. A cada uno le asiste su razón, cada uno cree ser dueño de su verdad. En estas circunstancias encender la mecha es sumamente fácil. Basta una palabra mal dicha y por ahí todo se incendiará. La hubo, como también hubo una respuesta desagradable, sumamente ofensiva, capaz de hacer arder todo un bosque.
Las leyes pueden servir de apagafuegos, pero no siempre, de no llegarse a un entendimiento. El mismo invasor que afecta a uno, afecta al otro, así este último se resista a reconocerlo como tal.
La película se desarrolla principalmente entre dos procesos judiciales, uno breve y atropellado, pero otro mejor preparado y con argumentos apropiados para cada parte.
Los actores, el libanés Adel Karam, y el palestino Kamel El Basha, ambos actúan a un alto nivel, nada que envidiar a lo que se hace en otras mecas fílmicas. Los dos logran representar con eficiencia los polos beligerantes de la película. Camille Salameh es el abogado acusador, al inicio agresivo, luego se da cuenta de su error y lo rectifica con una clase de historia, de la cual todos podemos aprender.
Salameh cuenta con recortes fílmicos sobre la masacre de Damour, ocurrida el 20 de enero de 1976. Era la OLP palestina, la que atacó a los pobladores del lugar, mayoritariamente cristianos y simpatizantes falangistas. Fue la respuesta a la otra masacre, la de Karantina, que ocurrió dos días antes, perpetrada por la falange y en la que murieron 1500 personas.
Cuando esto sucede, lo único que queda es un serio resentimiento, que es capaz de provocar pleitos, disturbios en cualquier momento. La vida lo ha demostrado con la masacre llevada a cabo por la falange en Sabra y Chatila durante la Guerra del Líbano en 1982.
Así que, a través de este film, nominado para Oscar como mejor película extranjera en 2918, uno podrá conocer de las relaciones entre palestinos y libaneses, así como parte de la triste historia del Líbano, sin excluir la influencia de Israel y de Ariel Sharon en todos estos desarrollos adversos.
Escrito por Esteban Hernández, el 2 setiembre de 2020, con información consultada en IMDB.com